Mediodía en Ciudad de la Paz y Santos Dumont

Resulta que nos juntamos con Ceso y Maia a conversar de unas cosas, unos proyectos que tenemos. Y nada, el mediodía y la sombra de Belgrano con su brisita nos llevó a almorzar a un restó nuevo al que Maia le tenía ganas hacía unos días largos. Las chicas pidieron cosas vegetarianas que se veían muy ricas y yo, como ya había almorzado en casa (Ceso dice que es porque soy anoréxica, que siempre que llego a algún lugar ya comí, pero la verdad es que siempre como en casa porque hacerlo afuera es caro), pedí un cortado en jarrito con un cuadradito de coco y dulce de leche (¡ves que no soy anoréxica!) y comenzó la charla. Creo que de las tres horas y media que le dedicamos a la reunión de trabajo, cuarenta y cinco minutos fueron dedicados al proyecto en sí. El resto, hombres. Lo bueno es que le dimos para adelante a cuestiones que estaban en sendas cabezas esperando materializarse. Ya tendrán noticias.

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Todos tenemos escritos ocultos

Una de las cosas que decíamos es que ahora éramos chicas felices, que mirábamos la carta de postres cuando toda nuestra vida habíamos hecho dieta, y eso afectaba nuestra escritura. Ni siquiera la afectaba, la anulaba directamente. ¿De qué vas a escribir si estás bien?

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