Como llueve adentro, llueve afuera

Estar sola le vino bien. Tal vez él piense que ya no lo quiere, pero no hay muchas explicaciones para eso. La cabeza bajo la lluvia, nadie a quien abrazar, pero la lluvia y la soledad eran suficientes. La cabeza justo debajo de la ventana, justo en el momento en que se despierta y se larga a llover. Estira la mano por sobre la sábana y abre apenas la persiana para escuchar mejor. La cama grande toda para ella, estrenando sábanas y de postre, la lluvia. Abre las piernas, el camisón es suave y se toca un poco la piel, se acaricia. Se queda ahí todo el tiempo del mundo, hasta abrir los ojos sin forzarlos y ver los haces de luz en la pared que hacen juego con el ruido del mundo exterior. Hoy es sábado. Hoy no se pone el despertador, entonces se fija la hora. Son las diez. Nueve horas de sueño es el tiempo ideal. Todo huele bien y sigue lloviendo. Se levanta, evita las ojotas y siente la madera en los pies. Antes que nada, prende las zapatillas y prende la compu y la internet. Va a la cocina y siente le brisa por la ventana del lavadero. Pone la pava y vacía el mate que quedó con yerba de anoche.

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Estoy sola y me siento bien. Nick Drake está acá. Tantas veces él me preguntó quién era el que cantaba, otras tantas le contesté. Llorar sola, en infinitivo, es querer llorar sin el abrazo del que no entiende por qué. Este secreto de voces graves que no muestro, me hace llorar. Descubro que a otros les llueve peor y guardan otras penas. Me estremece no entender la muerte, la vida, el ciclo de empezar y morir. Y de nuevo empezar. No entiendo cómo puede uno quedarse acá y disfrutar de la cabeza bajo la lluvia. Y pensar que eso es lo más parecido a la felicidad mientras otros llueven de verdad.

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