Recintos de lo sagrado

A veces cuando vuelvo el tiempo atrás y busco respuestas al por qué de mi persona, me sorprendo y me doy cuenta de que todo da vueltas y vuelve a su forma circular.

Resulta que fui fanática de Led Zeppelín a mis 16 y me acuerdo como si fuera hoy la mañana en que lo escuché a Robert Plant por primera vez. Fue bien cerquita de mis oídos a las 7 de la mañana camino al colegio, en un walkman panasonic que ya no se fabrican. El casette me lo había prestado Esteban, mi primer novio, y era Recintos de lo Sagrado, nombre que durante años recibió todo lugar que guardara magia y clandestinidad.

Pero lo que me llama la atención es que justo el casette estaba en punta en el reggae D’yer Mak’er. Yo no podía creer la voz de Plant, que cantaba como llorando ‘you don’t have to go’; el ritmo; los rasguidos de Jimmy Page, los golpes exactos de John Bonhan. Baby please don’t go. Rebobiné la canción unas cuatro veces hasta arribar al colegio y cuando llegué, no me acuerdo que materia tenía, se lo mostré a las chicas como si hubiera descubierto América.

Durante la clase seguí escuchando D’yer Mak’er hasta desmenuzarla toda, que Bonham, que John Paul Jones, la guitarra, la increíble voz sensual de Plant. Y en el recreo descubrí gratamente que No quarter venía después. El comienzo casi tenebroso en las teclas y la voz que temblaba ‘close the door, put out the light’. Luego seguía The Ocean, que cerraba acertadamente el lado B. Y así no paré de escuchar Zeppelín.

Houses of the Holy fue el primer disco que tuvo nombre ya que los cuatro anteriores simplemente se habían llamado I, II, III y IV. Las canciones son tan distintas entre sí que podemos sorprendernos con varios ritmos; desde la cautivante The Rain Song, hasta la repetitiva Dancing Days, pasando por Over the Hills and Far Away, que comienza tan tierna y dulce hasta cansarse y volverse frenética y potente. The Song Remains The Same es el tema que da comienzo al disco y también el nombre de la película editada en 1976, con imágenes de un show en el Madison Square Garden en 1973, presentación que dejaba de lado a los discos siguientes a Houses of The Holy por el obvio motivo de que aún no habían sido editados.

Pero volviendo a las respuestas que te da el tiempo, ahora entiendo por qué, en este presente lejano al del colegio, me gusta tanto el reggae. Zeppelín se presentó ante mí como una revelación, me hipnotizó, y lo hizo con un reggae.