Segunda parte.
En nuestra adolescencia, Nati fue la primera en debutar. Cuando hablaba de sexo un hilo de baba chorreaba de su boca. Yo no la entendía, porque prefería tomar un par de birras con el chico que me gustaba y con suerte darle un beso. Pero no más que eso. Me avergonzaba pensar en el sexo de los chicos. Siempre la que tenía la primera vez, tenía que contar los detalles a las demás; que si le había salido sangre, o si le había dolido, si le había gustado, etcétera. Era ley. Entonces ella contó lo propio. Su primera vez había sido sobre un colchón de hierbas y flores, empastillada con su novio de entonces. Hernán se llamaba, me acuerdo patente. Ella lo contó tan así, que yo me lo imaginé como lo más romántico del mundo. Pero después probé yo y fue la cosa más horrible de mi vida. No entendía por qué Nati lo había vivido como algo sagrado, creo que era porque estaba enamorada de ese chico. Ese amor le duró algunos años, incluso después de haber terminado el colegio. Cuando estábamos en quinto año, él ya la había dejado. Al tiempo, mi amiga le mandó por carta el palito del Evatest con una sola rayita, que negativizaba un atraso, producto de alguna de sus reconciliaciones. Ella me dijo que le hubiese gustado que fueran dos las rayitas. Después de eso no se vieron más.
(Continuará)
Comentarios
Bueno, eso ya lo sabía con tus crónicas. Pero esto es distinto. Ficción!
Queremos más Nati