La bendición de Hofmann

El rock supo ser baile, algarabía, campera de cuero y todos los lugares comunes que expuso Hollywood a través de un cine previsible y obvio en el esplendor de los ‘50, una época fascinante pero naïf para los jóvenes. Sin mediar tecnologías, se descubrían el sexo, el tabaco y el ponche. Pero esos chicos no se imaginaban lo que estaba por pasar: una tarde alguien acercó la creación de Albert Hofmann, que aparcó su bicicleta en un jardín gelatinoso y bendijo al rock (y al mundo) con el LSD, esa síntesis química que cambiaría la visión de lo que él mismo llamó “la realidad”. El ácido, sintetizado en 1938 y descubierto en su esplendor limante en 1943, llegó durante los sesenta a la cultura joven para modificar el ambiente a través de las manifestaciones del alma, de la mano de la contracultura que más tarde adoptaría el neologismo de psicodelia, acuñado también años antes por el psicólogo que le presentó la mescalina a Aldous Huxley.

El contexto estaba dado para que la expansión artística estallara a principios de los ‘60 a fuerza de sustancias psicoactivas y otros hechos sociales y culturales: la beatlemanía, The Who, el asesinato de John F. Kennedy, las movilizaciones de los afroamericanos por sus derechos civiles, el Mayo francés, las marchas en repudio a la guerra de Vietnam. La estética se tornó florida y Los Beatles pasaron del blanco y negro al color en All You Need Is Love en 1967, durante la primera transmisión de televisión satelital. Durante los ‘60, todo era nuevo en un mundo joven que alteraba su percepción del tiempo y el espacio, cuyo sonido se acoplaba a un entorno acorde. Entre muchas bandas que matizaron el antes y el después de Woodstock, dejaron sus huellas Grateful Dead, Jefferson Airplane, The Crazy World of Arthur Brown, The Mothers of Invention, Gong, Cream y los promotores populares de ese sonido: Pink Floyd.
Mientras tanto, por estas latitudes detonaba el Di Tella como un laboratorio de arte, Almendra, Manal y Los Gatos inauguraban una nueva página en la música popular, los estudiantes resistían el Cordobazo, el Rosariazo y la Noche de los Bastones Largos, Julio Cortázar ya había publicado Rayuela, el Che Guevara sublevaba América del Sur, y las patas de elefante y el pelo largo habían invadido la almidonada Buenos Aires. El rock respondió con psicodelia e intensidad a aquel contexto sociocultural mientras se destacaban Color Humano, Litto Nebbia, La Cofradía de la Flor Solar, Invisible, Arco Iris, Miguel Abuelo y la primera época de Los Abuelos de la Nada, Billy Bond y La Pesada del Rock and Roll, entre otras.
Pero ahora que el mundo se globalizó y asistimos a la rebeldía por tevé, ¿cómo es posible revivir esos viejos posters que fueron héroes del rock? ¿De qué forma se renueva ese sonido intenso y característico que tuvo esa época? ¿Cuál es el motor que impulsa a las bandas actuales a sonar como aquellas de los ‘60 o ‘70? ¿El LSD aún acompaña esa exploración musical? ¿Alguien posó peposo para la tapa de un disco últimamente? Son preguntas que tal vez excedan al presente, pero con una nueva visita de los australianos Tame Impala en el horizonte, o la presencia activa de The Flaming Lips y de MGMT, la manifestación del alma se corporiza aún hoy. Mientras tanto, los locales Pez enarbolan la bandera del rock progresivo y psicodélico, seguido por Tulús, Los Pakidermos, Go-Neko!, La Patrulla Espacial, El Festival de los Viajes, Prietto viaja al cosmos con Mariano, Poseidótica, Vlad Tepes y otras viajeras del arco iris que recorren juntas el cosmos imaginario en su DeLorean acustizado, coleando en las pistas del tiempo.

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