Celebration day

"Pongamos la marcha a todo volumen cuando toque el timbre así la flashea", convenimos en casa. Mi padre llegó, y mientras subía la escalera que nos separa de la puerta de calle, comenzaron los acordes inconfundibles. Hugo Del Carril fue un grito de corazón y los ojos de mi padre se mojaron: "qué alegría, la puta madre", me dio un beso y se enjugó con un dedo. Ofreció el fiambre prometido, dejó el vino sobre la mesa y se desplomó en su sillón preferido. Inmediatamente volvió a sonar la marcha, como en la Plaza cuando la ponen en repeat y todos vuelven a cantar y a levantar las manos en forma de V. Y así estábamos, en los festejos del pobrerío, cuando sonó el timbre. Nos miramos, no esperamos a nadie. Levanto la mirilla y lo veo al vecino. "Sonamos", pensé, "nos zarpamos con la marcha". El vecino es  un viejo anarquista profesor de historia, quien difícilmente sonríe. Bah, nunca lo vi sonreír. Pero como la fiesta de la democracia no la agúa ni Clarín, abrí con una sonrisa digna del Gato de Cheshire. "Hola Alberto!". Milagro. Alberto sonreía y balbuceaba a punta de lágrima: "¿están festejando por la ley constitucional?". Asentí y levanté la mano invitándolo a chocar los cinco. Qué buena onda, dijo mi cara. El viejo palmeó torpe mi mano y se volvió riendo a su departamento. Ayer me lo crucé en la calle y no sólo me saludó con un beso, sino que me tiró las cifras de la caída de las acciones de Clarín. Con esta política ganamos, además, un vecino. 

Comentarios

Anónimo dijo…
El pobrerío no festeja la Ley de Medios. (Salvo que esté adoctrinado).
Ustedes, una periodista de P/12, no es el pobrerío.
No usurpen.
Gracias,.
Julia dijo…
De nada, Anónimo! El pobrerío es una figura simbólica de muchas cosas que llevamos dentro, por ejemplo, la sensibilidad para con el movimiento y los nuestros, para con la familia y el conocimiento de nuestra lucha diaria. Tal vez porque pertenezco a esa franja social que entiende la política como un acto de amor, es que soy incapaz de usurpar nada. Saludos, que estés joya.