Patinador sagrado

"Ser cool pasó de moda", decreta una amiga. La careteada de mostrarnos perfectos se cae de un séptimo piso. La autofoto poniendo boquita se la llevaron los cumbios y no tengo idea dónde están. Abasto o pegándose suavemente con almohadas. Seguro están  bien. Todo o casi todo es una cuestión de edad, pienso, y le digo a mi amiga eso mismo. "Ya va a aparecer un señor", la consuelo y no sé si señor es el mejor sustantivo que uso con ella que tiene un novio veinte años menor. Vuelvo a pensar en la edad. "Me copa cuando algún chico me dice de usted, o la cajera de la panadería me pregunta: ¿algo más va a llevar?", le digo, y es la verdad porque estoy en otra estratósfera, una que me parecía tan lejana y sin embargo alcancé. Me resulta divertido y yo me divierto con tan poco. A la mañana guardé los patines en la mochila y fui a ver estos otros patos, los de Palermo. Tuve miedo e inseguridad. De culo en el piso me puse los patines. Rápidamente até los cordones, sellé el abrojo y estiré las rodillas. Volví a ser quince centímetros más alta. Me empujé una vez, otra. En la inestabilidad de mi metro setenta me sostuve de un taxi donde dormía un tipo con el asiento reclinado. Enseguida supe que tenía que irme volando de ahí, no tenía intención de despertarlo. Empecé de a poquito a sentirme segura en los patines, a sentir el asfalto bajo mis pies. El empeine temblaba y quería volar. Las ruedas en línea no eran lo mío. Estas siliconas de 80 milímetros eran un colchón de una cama ajena. El invierno estaba tibio y hacía frío pero en el sol me regalaba una mañana estupenda. Llegué hasta unas líneas peatonales y dije hasta allá nomás. Fui hasta allá y me di cuenta de que patinar es como caminar. Siempre supe patinar, por más de que los patines no fueran exactamente iguales que los de mi infancia cuando competía con muchas otras chicas que al igual que yo se pelaban las rodillas entrenando todos los días. Hola, soy una mujer; una señora tal vez, y estoy lejos de la chica que patinó travellin y trompo agachado externo atrás. Ese era mi orgullo. Y un Axel que me elogió el campeón del mundo. A veces hay que volver a dar esos pasos por primera vez y soltarse sin miedo. Un señor, pero un señor de verdad, viejo, patinaba en círculos y tenía una técnica para ir hacia adelante. Él tampoco tenía miedo. Paso las líneas, un micro con turistas, paso al viejo y veo el lago que es un espejo recién encerado del cielo. Estrellas se reflejan en el agua. Son chispas de la niñez, blancas chispas en el agua. Sin darme cuenta estoy en la bicisenda junto con los demás patinadores y ciclistas. El lago es enorme y el sol refuerza esta energía invernal que me empuja a seguir patinando. Como cuando era chica y la velocidad en la pista era lo más parecido a tener alas. 

Comentarios

el waro dijo…
Charly se tiró de un 7° piso... Como la "careteada"...
Julia dijo…
De un noveno se tiró "por vos", según su canción. Estás infiriendo que Charly es un careta, Waro?
el waro dijo…
No, para nada, lo estoy aseverando... ;)