Y cuando el
día
tenía que
morir
vi un
montón
de hojas
amarillas
caer,
bailar graciosas
sobre la
vereda.
Esa es para
mí
la llegada
del otoño
la estación
de los
recuerdos
más tristes
la estación
de hacerse
una con las
mujeres
y los seres
nobles.
Quiero
bailar
con esas
hojas,
de
naturaleza muerta
no tienen
nada,
quiero
bailar
imaginando
que son
manos
amigas
porque son
hermosas
y el
desengaño de una
es el
desengaño de todas.
Somos así
en comunión
con el
mismo sentir
lo que nos
hace únicas,
hermosas,
amarillas
como las
hojas secas
siempre
vivas cayendo
en sublime
danza,
con la luz en el eje,
con el ojo sagrado
mirando el magma.
con el ojo sagrado
mirando el magma.
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