EXPERIENCIA 2: EL CASAMIENTO
Aquí la nota completa publicada en Página/12..
Y aquí una prueba del relato:
Bodas de arena
POR JULIA GONZALEZ
“¿En serio te casaste?”, preguntaba mi hermana de diez años. “Es re
divertido el videíto, pero... ¿dónde está el cura, la gente? No hay
nada”, insistía, después de vernos solos en el mar, intercambiando votos
y anillos con la sola presencia de marido, mujer y un paisaje soleado y
sureño. “¿Cómo que no, Larita? Mirá el mar cristalino, ese cielo azul,
los médanos, estamos los dos con la naturaleza”, quise convencerla con
un pensamiento algo hippy del cual estoy yo misma convencida.
Esa mañana habíamos llegado a Puerto Pirámides con la ropa de gala
(que no era otra que prendas de bambula blancas) para mojar en el mar al
promediar la ceremonia. Caminamos unos kilómetros por la playa en
dirección contraria a los turistas, hasta encontrar el lugar perfecto.
Apenas algunas gaviotas musicalizaban el tarareo marino. Los votos
escritos en papeles cualunques, los anillos y la cámara estaban en la
mochila; nos cambiamos en la costa y así montamos el cortejo poético.
Nuestro casamiento dura menos de quince minutos y puede ser visto en
un video que ágilmente grabamos entre los dos. No hubo arroz, ni
smoking, ni juez de paz. Más tarde me preguntaría si acaso existe una
paz más insondable que la del mar.
Todo empezó en noviembre de 2012. Ibamos por la segunda jarra cuando
en el Podestá me ofreció casamiento. Tocaban unos amigos y esa noche
habíamos estado tomando cerveza en casa mientras bailábamos unos
rocanroles de Keith Richards. Si me lo propuso porque estaba borracho,
eso no lo sé; lo cierto es que no flaqueó. Nunca se me había ocurrido
casarme. ¿Cómo un espíritu inquieto como el mío iría a contraer Santo
Matrimonio? El secreto es que el matrimonio, como institución, no nos
pertenece. Ni como sacramento, ni como contrato. La idea sigue siendo
deconstruir un lenguaje implícito en una historia que es relativa,
impuesta por los siglos de los siglos.
Si vamos de lo particular a lo general, puedo decir que a mi edad mi
madre tenía tres hijos, una cuarta en camino y estaba a pasitos de
divorciarse. Estaba segura de que eso no era lo que el destino tenía
para mí. Por eso confío en la búsqueda de algo mejor, que exceda los
papeles, las firmas, lo impuesto. Y encuentro que el amor sigue siendo
la respuesta.
Aquí la nota completa publicada en Página/12..
Y aquí una prueba del relato:
Comentarios