parque centenario

"vamos, yo no me meto en este boliche"
dijimos al unísino con paula
y dejamos al resto de las pibas
disfrazadas de gatas en la puerta del infierno.
no era encantador un cubículo
donde pasaban las canciones de moda
y las chicas se regalaban en los parlantes.
el parque era ideal en las noches de primavera,
vino y una amiga pulenta de pelo negro tupido y largo.
la billetera de paula siempre era generosa
y esa noche se transformó en taxi,
otras noches en birras y otras, en pepas.
los kioscos vendían alcohol, era el paraíso.
en el camino se sumaron un bordolino en caja
y cigarrillos; todos los kioscos abiertos,
todas las pibas fumábamos tabaco.
el mismo mástil de referencia en el centro,
los esqueletos verdes de los puestos,
el camino digno de dorothy en zapatitos.
barro de parque adentro tal vez,
los adoquines pequeñitos de la fuente
fuimos woodstock paula y yo
y un grupo de pibes se acercó.
fue descubrir la teoría de la relatividad
cuando un pato voló. ¡chau!
"¿los patos vuelan?", nos miramos con paula.
fue el chiste de toda la noche,
lo dijimos mil veces a pasos de la fuente,
el pasto alto, los árboles en la brisa
de esta capital lejana, de los otros,
de una capital platuda e inalcanzable
a los ojos de una piba de provincia como vos. 

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