Elogio del presente

Le contaba a Ceci, que está viajando por el viejo continente, que ando rodeada de cosas celestiales de las cuales no me doy cuenta, cuyo grado cero de hermosura es efímero. Un libro que encuentro revolviendo en el Parque, otros cuatro libros de poesía que sumo a ese libro solo y compro cinco de un tirón, tentada por lo hermoso de los libros, por lo doloroso que es leerlos, terminarlos, cuando se acaban los libros, un vacío como de feriado. Y hoy paseo sola y hace unos días me voy a la provincia con dos poetas. Allí leemos en la feria del libro, nos presentan como la nueva poesía argentina o poesía contemporánea, y señores y señoras mayores nos escuchan. Dicen que sí con la cabeza, aplauden respetuosos. Cuando voy a leer a la feria con los dos poetas, compro un librito con los únicos diez pesos que tengo en la billetera. El café nos lo invitan, el viático también. Vuelvo a casa con la billetera vacía pero Martín está esperando con la estufa al mango y la cena y el vino listos. Él come carne, a mí me cocina algo especial. Vamos a la Roxtar o nos quedamos en casa. El vino está muy rico. De esta forma las cosas hermosas simplemente suceden. El librito usado que aun tengo en la cartera, Martín haciendo las compras y pensando en mujer y vegetales, la charla con los poetas en la combi, Borges y los haiukus, las poesías que luego me mandará la poeta porque cree que no están ese libro, el frío que no se atreve a colarse en la bufanda, la boina que Martín adora cómo luzco, la misión de escribir todos los días, el artículo periodístico que reclama mi editor, la nota que hice a la mañana, el disco, su estética, la cumbia que no es villera, el link de una casa con jardín que manda Jessi. No voy a pensar más en cada cosa hermosa porque voy a dejar de escribir para ir a hacerlas. Sacudir y agitar la poesía y el arte, explotarlo en los cuerpos, que no somos un bloque de cemento, que somos energía hermosa y temporal.

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