Ni bien llegué estaba Román esperándome con la campera cerrada hasta la pera. Nos reímos y abrazamos. El frío calaba, pero no lo notamos. Hablamos atolondrados en el auto e hicimos el camino más largo para tomar toda la costanera y ver el mar abierto. Román quería que viera las ballenas. Y fue lo primero asombroso que vi al llegar. Lo segundo, fue mi sobrina.
Comentarios
variante: ir al muelle viejo cuando ya está oscuro y quizás ver la silueta gigante de un cetáceo iluminado por las luces portuarias.
felicidades, feliz familia