La época exige amor
y no me sale otra cosa,
lo mismo yo aprieto los dientes
y desaparezco,
escondida subsisto
en cualquier rincón mugriento
de esta casa que ya no puedo pagar,
me sale caro vivir acá,
me cuesta los días la cordura.
Los párpados comen mis ojos sangre,
venitas violetas, son ojos punks,
agujereados por alfileres,
rotos a patadas con borcegos,
patadas con ganas y entre muchos.
Para desaparecer, le rezo al tiempo
y a la confianza que me darían
los extraplanetarios que una noche
en Capilla del Monte se mostraron
versátiles sobre el Uritorco.
Me autoconvoqué a ellos,
hacían las señales con las luces
me incitaban a creer,
y entendí que para levantarme
de ese rincón mugriento,
era necesario despertar,
volver a nacer,
pero antes -es cierto-
antes tenía que morir.
*
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