Pagar en especias

En vez de presentarme como una gran amiga o una gran periodista, él dijo mi nombre por el micrófono: ahí llegó Julia González, una gran poeta.

Esa fue una de las cosas más lindas que me acuerdo de anoche. Cuando la celebración había comenzado, me encontré a Nico en la puerta. Y como era temprano, todo lo que teníamos que hacer era cruzar la calle y pedir una cerveza. A lo lejos la vi llegar a ella con su andar liviano y su mochila.

Después no sé si las cosas pasaron de atrás para adelante o si me pasó un camión por encima, es la única manera de comprender este alzheimer precoz. Tengo un yunke en la cabeza, una prensa que me aprieta por los costados, las sienes, me vuelve sangrientos los ojos. No entiendo cómo, pero sobreviví.

Quiero que llegue la noche, superar este día y acercarme a la muerte para enrollarme en un rincón y ver con claridad la vida, esta reproducción feroz de la especie.

La época exige amor pero yo quiero apretar los dientes y desaparecer en un rincón mugriento de esta casa que ya no puedo pagar, me sale muy caro vivir acá. Me cuesta los días. Los párpados fagocitan dos ojos de sangre, venitas violetas, son ojos punks, traspasados por alfileres, rotos de patadas con borcegos, de patadas con ganas y entre muchos.

Anoche los borrachos bailamos

Todos estábamos borrachos

Y la poesía fue un vaso de plástico y luego un taxi,

Nos presentamos entre nosotros con el cuerpo libre y la lengua de iguana.

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