Panacea

Dejar la cama,

mirar noticias de un secuestro,

apática y parásita con la tele,

hasta encontrarlo.

¡Acá está!

¡Es poesía!

Sus textos caminan con

otros hombres que cantan en random,

todos son hombres aleatorios.

Dice que le gusta el nombre de mi libro,

me sonrojo en vano porque nadie me ve.

Por eso soy libre a las 2 de la mañana

por primera vez en el día.

Niños corren dentro de mí,

en un matorral de espejos.

Yo les digo: “A dormir, chicos,

vayan con el silencio,

que les van a dar chocolates,

shh, les van a leer”.

Veo mi cuerpo rígido desde acá

y es un terreno bloqueado,

donde el griterío va desapareciendo con zoom.

Y los cantautores se sientan en la mesa,

se sirven whisky en vasos chatos.

Todos son hombres lindos y tristes,

todos son jóvenes menos uno,

y al final la panacea es la noche sin rejas.

Noviembre 2010

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