Las horas residuales

El taxi apareció de ciencia ficción

mientras nos casábamos en Las Vegas.

Después fuiste a caminar por el parque,

dormiste en tu cama deshecha

y esta mañana te diste cuenta

que tenías los músculos atrofiados.

Anoche te pusiste a ver la tv

- un sorbo de distracción -

y el placer llegó cuando apagaste todo.

Sé que tuviste esa sensación de bienestar

al pensar "voy a dormir".

Yo acá disfruto del sol,

y te doy mi sonrisa de niña complacida

que pide su canción y vos se le das.

Gastamos horas residuales

de cuerpos devotos

en el estallido del ácido pero también en el bajón.

Se recortaba tu forma con el primer sol,

forma activa y firme.

El sueño corto

se llevó al fantasma de la ventana

que se llevó la cruz del techo

que empujó algo de mi locura.

Yo dormí un poco más y no supe

de tu lucha contra la claridad de Caballito,

seguro ibas montado en tus Ray Ban.

¡Qué coraje, salir al sol, reventar,

meter las manos en la masa!

Me diste un almuerzo desnudo,

de frente a los rayos del día,

como un recluta que se rinde.

Antes del temblor de las sienes y la nuca,

fuimos nada menos que

la trilogía del sexo.

Qué bueno que estuvimos juntos esas horas,

dijiste al día siguiente,

de lo contrario,

estamos seguros que

hubieras (“hubiéramos”, permitime, te corrijo)

caminado por las paredes.

***

Comentarios

muy bueno, buena esa cita de Soda!
Julia dijo…
Gracias, Igar!