Siempre viva

Empecé a caminar para el lado contrario. La estación de tren quedaba doblando la esquina y yo casi cruzo la calle. Pregunté a una señora en una florería y me indicó bien, adjuntó una sonrisa, y eso sumó a la causa. Raconteurs en el walkman y la tranquilidad de haber dado un paso más en la búsqueda de la libertad. Al final estaba sólo a una cuadra y media del tren. Pero casi me tomo el equivocado. Pregunté a una chica que cruzaba la vía y me dijo no, es del otro lado. Joya. Gracias, menos mal, le dije. Crucé, saqué el boleto, cosa que hace unos años consideraba obsoleta, y esperé sentada en un banco, con un par de bolsas a mis pies. Al lado había un chico con una bicicleta que estaba dele mirar su celular y decir que no con la cabeza. Vino un tren del otro lado, uno de este lado pero Mitre, hasta que llegó el de Suárez. Qué belleza la de esperar con la paciencia del arte, conciente de la paciencia y el amor que existe porque no puede hacer otra cosa. Porque estamos vivos. Y el atardecer en la estación de tren es de Van Gogh. Esos colores de sus cuadros, te juro. El otoño tiene eso, no es simplemente verano ni invierno, sino que hay una gama de ocres bellísimos que enseguida asocio a la pintura. Sólo hice dos estaciones para volver a mi vida actual, lejos del pasado, lejos de los lugares ajenos que quedaron en el almanaque, viejos, marchitos, como estas hojas en el piso.

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Comentarios

Nancy G. dijo…
hermoso caminar
Julia dijo…
:) Como las canciones cuando caminan.