Emi

Creo que el día que nos hicimos amigas fue una navidad de hace mil. Vos tenías 18 y yo 22. Y esa noche habíamos llegado a la fiesta de Marce, con Chuki en el auto. Estacionamos, y detrás del pasillo que da al patio ya se olía una noche de las buenas. Fumamos en una ronda con amigos que comenzaban a ser comunes a las dos, y vos recibiste el porro y fumaste. Ahí nos miramos y asentimos. Tu cara con esa piel que a los 29 está intacta, nunca un grano, nunca quemada, jamás arrugada, me dio el ok. Desde entonces nuestra relación no fue la misma. Empezamos a reírnos con esta carcajada calcada, y a ir a fiestas electrónicas. Recuerdo un planetario de fin de año. Llegamos cuando amanecía y estaba hasta las pelotas de gente. Ya vivíamos juntas y los amigos no eran de una o la otra porque la casa se compartía en el mejor concepto de la palabra compartir. ¿Te acordás que no teníamos muebles ni utensilios de cocina? Entonces los amigos nos fueron equipando el rancho. La manta del colchón que cubría un colchón flaco en el piso del comedor donde a veces dormíamos, es la que está en ese momento sobre mi cama. Esa de elefantes bordó, muy jipi, para qué negarlo. Y muy linda también. Desde esa navidad que nos hicimos amigas, supe que de la familia, vos no correspondías a mi rebeldía. Porque mi hermana estaba fumando conmigo, con mis / nuestros amigos, mientras que en nuestra casa nos sentábamos a cenar en el piso con los platos que nos dejó tu ex novio, actual amigo mío, y más amigo aun de mi ex novio. Como si las personas supieran que al margen de las relaciones truncas, detrás seguimos estando nosotros, sin señalar, sin el dedo ese que más vale se lo metan en el culo. Hoy es tu cumpleaños y estás lejos. Pero son kilómetros que marca Google que marca un mapa. Y nunca es el territorio. Hoy te escuché un poco triste. No sé si estás triste pero por las dudas yo te digo que sos una masa, que somos amigas con la bendita suerte de ser hermanas. No imagino cómo son tus días allá, cómo estará tu piel, a pesar de que hace tres meses que no la veo. Pero sé cómo son mis días. Pienso en vos, cada día, cada cosa que te trae de nuevo conmigo, y te mando un mensaje para hacerte reír, para reírme yo también. Te llamo un toque y hablamos una hora. Hace once años que somos amigas y como 29 que somos hermanas. Hoy te quiero igual que siempre, igual que cuando te ví por primera vez, cuando llegó mamá diciendo que eras una nena. Justo lo que yo quería. Tan Emilia, tan ojos enormes y pestañas como patas de arañas de patas largas. Con tu elefante de peluche enorme, más grande que vos, que dejabas en la cuna cuando me venías a despertar para ir a jugar y yo te retaba, te sacaba cagando porque, claro, los bebés suelen amanecer antes que los niños. Y justamente vos despertaste antes que yo siempre. Por eso te quiero tanto y la admiración que pareciera ser una idea devocional, se corrompe al pensar que no es religiosidad, sino simplemente amor.

***

Comentarios