Frente al cementerio los árboles practican
la respiración larga,
los escucho y respiro.
Los brazos desnudos mañana recordarán
este frío de champán dulce en la vereda.
A lo lejos un borracho habla solo
bajo los faroles estridentes
y la garúa es una bola sólida
tambaleando con el viento.
El sonido está en mi mente,
es cinematográfico
y las negras las marca el pecho.
Suben los títulos,
los esqueletos salen de su tumba,
respiran, cruzan la calle, transmutan,
te piden un cigarro.
Una invasión de thriller por la noche
me da un saque, están viniendo
y los miro por la ventana
con ojos en remolinos, aun respirando.
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