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Nuevos lugares,
nuevos ruidos,
el sol me levanta temprano,
el porvenir es ahora,
y me decís que Madrid es una
ciudad hermosa
cuando yo tengo la mochila
al hombro por default.
Así fueron los últimos días,
botellas de vino y ataque al hígado,
personas que quiero,
taxis y jazz, barrios nuevos y viejos.
Y los autos en los adoquines a las 7.30
no me importan porque medito
y enseguida llega el nirvana.
No hay nada planificado,
salvo el sumario de la revista,
salvo alguna cena en la agenda,
un shopping por Avellaneda,
levantarme con el sol.
La rutina es un encierro
mental y físico y yo todavía
no maté a nadie.

***

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