Cosas que hacen bien

El corrector anarquista es el mejor cebador de mate en mi historia de mates. Así que llego a la redacción, él llega siempre un poco más tarde, y sé que voy a tomar mates de los buenos. La yerba jamás se lava, y él jamás se permitiría darte uno frío. El corrector anarquista trae de su casa el mate y ese termo plateado que recarga cada una hora. Los días que toca, generalmente son los jueves, llega con un guitarrón. “Yo también toco, un poquito, los acordes básicos. Pasa que no practico nunca”, digo y pienso en lo lejos que está mi guitarra. Él dice que toca desde chico y que lo enloquece la música. “No podría no tocar”, se ríe. A veces viene alguna redactora a nuestra oficina y se quedan charlando de música. Ayer le habló de Djavan a una chica que le gusta la música brasilera. Es raro que no conozcas a Djavan si te gusta la música brasilera, pero bueno, tampoco es imposible. Le ceba un mate y le cuenta que la semana que viene habrá una asamblea porque aun no pagaron las vacaciones. Y yo siento que asisto a su vida escuchando sus historias que son como películas francesas. Dice que en España encontró una biblioteca anarquista “debe ser la única del mundo”, le contaba a otro redactor que había llegado en busca de un mate. No me acuerdo qué libro dijo que había comprado. Se ríen con códigos, y esa paz me tranquiliza porque indaga en mi origen. Pienso: las raíces de mi paz son devueltas por alguien que no conozco. Yo lo recibo, lo acepto, todo lo que me haga bien, adentro. Y así se dibujan las tardes con el apacible corrector anarquista.

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