La navidad es una mierda, digo,
si me hago la rebelde
y pienso en todo lo que el sistema
me impone y espera de una chica
algo distraída y muy atea.
De lo que se espera,
el sistema obtiene de mí
un bajo porcentaje de ritos navideños:
ni misa ni espíritu ni olivos ni cine alusivo.
Sólo brindis a las 12, un regalo por pera
y lo que el bolsillo permita poner en la mesa.
¡Qué niño Jesús ni qué ocho cuartos!
Me gustan los regalos
(casi siempre recibo libros),
jugar al amigo invisible
y preparar la lista de canciones que sonará esa noche,
en torno a una mesa redonda con mantel limpio,
un papá y muchos hermanos.
Las canciones pasan y los comensales cuentan
el por qué de su elección.
Todos están contentos,
y cada canción se festeja.
Así aparecen las fotos viejas
y los gestos infantiles se maquillan solos
en las caras que rodean los tomates.
Pasan la noche y las cervezas.
El tiempo se transforma en no tiempo,
la mesa desaparece y la danza de códigos
agita el comedor de una familia
con muchos hermanos y pocos conflictos
del tiempo presente.
De lo que el sistema espera,
brindamos a las doce de la noche,
según el tiempo cristiano,
y mentimos la llegada de Papá Noel,
para que la menor de las hermanas
crea en su sueño hasta que el vivo del grado
le diga la posta.
* Publicado en Full of love
***
si me hago la rebelde
y pienso en todo lo que el sistema
me impone y espera de una chica
algo distraída y muy atea.
De lo que se espera,
el sistema obtiene de mí
un bajo porcentaje de ritos navideños:
ni misa ni espíritu ni olivos ni cine alusivo.
Sólo brindis a las 12, un regalo por pera
y lo que el bolsillo permita poner en la mesa.
¡Qué niño Jesús ni qué ocho cuartos!
Me gustan los regalos
(casi siempre recibo libros),
jugar al amigo invisible
y preparar la lista de canciones que sonará esa noche,
en torno a una mesa redonda con mantel limpio,
un papá y muchos hermanos.
Las canciones pasan y los comensales cuentan
el por qué de su elección.
Todos están contentos,
y cada canción se festeja.
Así aparecen las fotos viejas
y los gestos infantiles se maquillan solos
en las caras que rodean los tomates.
Pasan la noche y las cervezas.
El tiempo se transforma en no tiempo,
la mesa desaparece y la danza de códigos
agita el comedor de una familia
con muchos hermanos y pocos conflictos
del tiempo presente.
De lo que el sistema espera,
brindamos a las doce de la noche,
según el tiempo cristiano,
y mentimos la llegada de Papá Noel,
para que la menor de las hermanas
crea en su sueño hasta que el vivo del grado
le diga la posta.
* Publicado en Full of love
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