Music is my girlfriend

En vísperas de la primavera, y camino a la Jefatura del Gobierno de la Ciudad, el subte D está igual que cualquier otro día. Gente que agita los molinetes a lo loco, pasos rápidos y descorteses, lata de sardinas. Todo igual, salvo por el detalle del dúo de guitarristas que se sube al vagón con un amplificador. “Otra vez haciéndole el aguante a la ciudad con la música”, dice uno de ellos. Nadie pasa mucha bola hasta que empiezan a tocar. Sus manos, se nota, son manos que estudiaron guitarra clásica, de uñas largas y pulgares arqueados, y tocan un flamenco de tinte garagero. Tarantino hubiera pensado en ellos para alguna película.

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