Fatan tres minutos para las 7 de la tarde. Y cualquiera que haya compartido la ciudad conmigo hoy, sabe de lo que estoy hablando. Lluvia, viento y frío en un domingo del orto más. No voy a ir al Coto aunque la heladera sufra de vacío sideral. Hay sopas instantáneas en la alacena. Cuando llegue el momento, veré. Tampoco moriré de inanición. Suerte que me bañé, eso al menos me dignifica un poco. Tengo que terminar una nota y lo que pasa detrás de la ventana me tira para abajo. Me dice no, andá a la cama, soy un domingo solitario de viento, de tormenta desde la mañana, de día de mierda. La cama y el libro. Bolaño y el mate. O la cama y la tele. ¿La ventana es el límite de la tormenta espantosa o lo es mi piel? A veces soy tan exageradamente dramática que me da gracia. La corto con la telenovela del ceño caído y pongo una foto en la que sonrío, como para recordar que soy así. Y no gris, calcada al día.
***
***
Comentarios