Qué increíble, pasan un monton de cosas cuando salgo de casa. Y compruebo que no soy la única persona que está loca. Hoy me vine a trabajar al café y escuché dos conversaciones muy agresivas. Y no es porque haya parado la oreja, sino porque gritaban. Yo estaba trabajando con la compu y me puse los auriculares para no escuchar más. Y eso que en el bar estaban pasando Radiohead. Pero dije quiero escuchar algo que me guste mucho mucho y zafar de estas imberbes que gritan. Puse Artaud, un disco que siempre me dio paz. ¿Podés creer que los gritos de esta pelotuda traspasan la hermosa voz de Spinetta? Es una mina muy muy flaca que está sentada de espaldas a mí y le grita a la madre. Está absolutamente sacada y la madre es una vieja de unos 70 años. La mina grita, gesticula, salta en la silla, se acomoda los rulos y le recrimina a la madre haber llamado antes al odontólogo que al kinesiólogo. Le pregunta por qué. Contestame, ¿por qué? Por qué llamó primero al odontólogo. Y la madre mira de soslayo las mesas aledañas. En un momento crucé una mirada con la vieja, que tiene verguenza pero no hace nada. No entiendo por qué no le da un sopapo a esta flaca nerviosa. No entiendo cómo deja que esta pelotuda le grite en el medio del café. La mira inmutable sentada en una silla. “¡Pero no me llevás el apunte!”, grita la mina y da un saltito en la silla revoleando sus rulos odiosos. Habla a la velocidad de la luz. Me amarga tanta amargura. En una mesa de al lado, hay una chica con la que nos miramos cómplices. “¿Qué vas a hacer? Ahora. Quiero que me digas ahora”, se escucha dar órdenes a la imberbe. Obviamente de lo que dice la vieja no me entero porque no habla con ese ímpetu. Habla prácticamente en voz baja. Pero la mina alarga la última sílaba de las palabras como una nena que pide golosinas y se está por poner a llorar. Otras personas la miran, se dan vuelta en sus mesas y yo quiero que la mina se dé vuelta, que se pare y se dé vuelta para mirarle la cara. Mi cómplice está levantando campamento. Ella no tiene música para callar a esta fiera. La mina sigue gritando, exigiendo respuestas y dice “no me importaa”, y vuelve a alargar la a. “Quiero que averigues, no aguanto más, mami. ¿Qué loca? No estoy loca, quiero saber, estoy desesperada. Me da mucho miedo, mucho miedo esa casa, la zona, todo. Esperá, mami, no te vayas. Contestame, mami, llamá al tío. Si querés vender, vendé. Estoy nerviosa. Dale. ¿Y adónde vas a vivir? Yo te dije lo de los dólares y vos me dijiste que me quedara en el molde. ¿Cómo vas a hacer para vender? ¿Condiciones de qué?”. Ahora me acuerdo a quien me hace acordar la voz de esta flaca, a la de Viviana Canosa. Insufrible. “Ay, mami, yo no aguanto más”.
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