La mañana empezó temprano. Un mal sueño me arrastró a un colchón tipo 6 de la mañana. Las rayas de luz amanecidas se colaban por la persiana. Así y todo me dormí, tapándome las piernas con un vestido que me llevé de arriba de alguna silla. Me desperté a las 10. ¡Que viva la música! de un lado y él del otro, mirándome. ¿Que por qué me vine a dormir acá? Porque me desperté a las 6 y me vine a leer. Y por dentro sabía que quería ver los colores del amanecer, señal de que algo no está andando bien. Porque pretendo estar despierta todo el día y porque mi cabeza me está jugando una mala. Error. Tengo que bajar. Tengo que bajar. A las 10 me mudé al cuarto nuevamente, y seguí durmiendo hasta casi las 12. No vi el amanecer ni la mañana, sólo la almohada sucia de rímel. Como mis pecas. Como mañana. Negro, como hoy.
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Terminé ¡Que viva la música! en la cola de un banco. Nada más paradójico. Le decía a Yann que quería irme a llorar a la cama. ¿El motivo? Ya pasé los 19 (incluso los 27) y no dejé un cadáver hermoso. Crecí y me faltaron drogas por probar, fiestas a las que ir, y libros por escribir. Podría traducirlo como la frustración misma. Pero retomo uno de los últimos párrafos del libro de Caicedo: "No accedas al arrepentimiento ni a la envidia ni al arribismo social. Es preferible bajar, desclasarse; alcanzar, al término de una carrera que no conoció el esplendor, la anónima decadencia". Antes había dicho: "Tú, no te detengas ante ningún reto. Y no pases a formar parte de ningún gremio. Que nunca te puedan definir ni encasillar. Que nadie sepa tu nombre y nadie amparo te dé. (...) Nunca permitas que te vuelvan persona mayor, hombre respetable. Nunca dejes de ser niño, aunque tengas los ojos en la nuca y se te empiecen a caer los dientes. (...) Nunca te vuelvas una persona seria. (...) Nunca esperes que lograrás comprensión con el sexo opuesto. (...) Para el odio que te ha infectado el censor, no hay remedio mejor que el asesinato. Para la timidez, la autodestrucción (...)". Lo bueno es que a los 19 ya había dejado de ser tímida. Salí del banco con ganas de no crecer nunca más. De ver las cosas morir sintiendo mi permanencia acotada y sorpresiva. Caminé por Santa Fe angustiada y llena de preguntas, segura de que pasarán unos cuantos días en los que querré estar despierta las 24 horas del fuckin día.
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"El libro miente, el cine agota, quémenlos ambos, no dejen sino la música".
A. C.
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Terminé ¡Que viva la música! en la cola de un banco. Nada más paradójico. Le decía a Yann que quería irme a llorar a la cama. ¿El motivo? Ya pasé los 19 (incluso los 27) y no dejé un cadáver hermoso. Crecí y me faltaron drogas por probar, fiestas a las que ir, y libros por escribir. Podría traducirlo como la frustración misma. Pero retomo uno de los últimos párrafos del libro de Caicedo: "No accedas al arrepentimiento ni a la envidia ni al arribismo social. Es preferible bajar, desclasarse; alcanzar, al término de una carrera que no conoció el esplendor, la anónima decadencia". Antes había dicho: "Tú, no te detengas ante ningún reto. Y no pases a formar parte de ningún gremio. Que nunca te puedan definir ni encasillar. Que nadie sepa tu nombre y nadie amparo te dé. (...) Nunca permitas que te vuelvan persona mayor, hombre respetable. Nunca dejes de ser niño, aunque tengas los ojos en la nuca y se te empiecen a caer los dientes. (...) Nunca te vuelvas una persona seria. (...) Nunca esperes que lograrás comprensión con el sexo opuesto. (...) Para el odio que te ha infectado el censor, no hay remedio mejor que el asesinato. Para la timidez, la autodestrucción (...)". Lo bueno es que a los 19 ya había dejado de ser tímida. Salí del banco con ganas de no crecer nunca más. De ver las cosas morir sintiendo mi permanencia acotada y sorpresiva. Caminé por Santa Fe angustiada y llena de preguntas, segura de que pasarán unos cuantos días en los que querré estar despierta las 24 horas del fuckin día.
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"El libro miente, el cine agota, quémenlos ambos, no dejen sino la música".
A. C.
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Comentarios
el único calificativo para el libro que me sale es tremendo (por el grupo, claro... no, mentira, por el ritmo loco)
Careta hasta que muera: A todos nos producen diferentes cosas las diferentes drogas. Creo que, ahora que al menos yo estoy grande, hay que usarlas con conciencia y sobre todo, con respeto a uno mismo. Yo no me embandero bajo nada y no digo nunca haré tal cosa. Porque todo el tiempo puedo cambiar. Saludos!