La última vez que vi una estrella fugaz fue en Vélez, la noche de Spinetta. Creo. Ahora quiero ver otra. Ya sé que no es cuestión se sentarse en el balcón a esperar. Estas cosas no dependen de uno. Entonces aprovecho y veo los edificios. ¡Cómo relampaguean las ventanas! Chispas azules, magentas y blancas se lucen en los departamentos de los vecinos calurientos. Los que tienen aire acondicionado tienen todo herméticamente cerrado y esnifan su propio espacio artificial. Si escucho mi primer pensamiento, me habla la envidia. Pero si dejo pasar ese estado calamitoso y celoso del alma, me doy cuenta de que me gusta ver la luna, horas antes de que esté llena por completo. La contraluz de la luna forma las siluetas de las plantas. Me dan vértigo. Mi ventana se debe ver completamente negra porque no tengo televisor. No hay luces ni viento, nomás una gota del aire del piso de arriba que cae tic tic tic al lado de mi pierna. Parece que no, pero un poco me refresca.
*
Recién venimos de Parque Centenario. Hacía mucho que no iba. Fácil, 13 años. Hoy volví a ver los patos en la fuente. Me acordé de la noche de ácido que nos fuimos a tomar vino al Parque y vimos un pato volar. Pero esta tarde fue distinta. Ni cerveza ni heavy metal. Una ginger ale y un agua para sacarse la sed de este verano hijo de puta que te deshidrata. La compañía fue divina. Me tomé un helado de palito mientras dejaba que el agua que escupía la fuente me mojara un poco. A Juan le daba asco. A mí, ni fu ni fa. Después caminamos un poco entre la feria, que más que una feria artesanal es una gran feria americana. Me encantan las ferias americanas. Y me enamoré de unas remeras que me las dejaban a muy bajo precio. Pero no estamos en época de gastos innecesarios, así que seguí participando. Eso sí, cuando encontré ¡Que viva la música!, me lo compré sin chistar. Que un libro no se equipara nunca con mi imagen y siempre es necesario.
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Esta mañana tuve ganas de escuchar Sólo se trata de vivir. Y me emocioné, como cuando siempre vuelvo a escucharla. También escuché a Tanguito y a Vox Dei. Capaz que hoy vuelva a Centenario con plata y arrase con esos de Fromm que me dejaron manija ayer. Estas canciones ameritan otra visita al pasado.
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Recién venimos de Parque Centenario. Hacía mucho que no iba. Fácil, 13 años. Hoy volví a ver los patos en la fuente. Me acordé de la noche de ácido que nos fuimos a tomar vino al Parque y vimos un pato volar. Pero esta tarde fue distinta. Ni cerveza ni heavy metal. Una ginger ale y un agua para sacarse la sed de este verano hijo de puta que te deshidrata. La compañía fue divina. Me tomé un helado de palito mientras dejaba que el agua que escupía la fuente me mojara un poco. A Juan le daba asco. A mí, ni fu ni fa. Después caminamos un poco entre la feria, que más que una feria artesanal es una gran feria americana. Me encantan las ferias americanas. Y me enamoré de unas remeras que me las dejaban a muy bajo precio. Pero no estamos en época de gastos innecesarios, así que seguí participando. Eso sí, cuando encontré ¡Que viva la música!, me lo compré sin chistar. Que un libro no se equipara nunca con mi imagen y siempre es necesario.
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Esta mañana tuve ganas de escuchar Sólo se trata de vivir. Y me emocioné, como cuando siempre vuelvo a escucharla. También escuché a Tanguito y a Vox Dei. Capaz que hoy vuelva a Centenario con plata y arrase con esos de Fromm que me dejaron manija ayer. Estas canciones ameritan otra visita al pasado.
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Comentarios
saluditos
(?)
MARGARITASCUANDOQUIERA, SRTA!