Hoy es el cumple de mi padre y mientras lavo los platos pongo en su honor el disco de Manal que me regaló algún buen día de 1994. Tomo unos mates, los cebo aún con los guantes de goma. Cada tanto interrumpo la faena de ama de casa berreta que soy, y canto Avenida Rivadavia, bailo un poquito y vuelvo al detergente. Aquel año mi viejo fue a buscarme a la casa de mi primer novio (en donde pasaba yo todo el día), todos los días de mi vida. Salía aún con el guardapolvo y con el pelo hecho un escándalo. Papá siempre llegaba tarde, cosa que yo festejaba, para quedarme un rato más con mi novio. Me encantaba ir sola con mi papá en el Renault 12 para mirar su perfil sin que nada me interrumpiera. Papi, estoy enamorada, le decía. Ay, Julia, contame un poco, que yo no sé qué es eso. Y le contaba las cosas que me pasaban con Esteban. Supongo que los ojos me brillaban y como era de noche, no se notaba que me ponía colorada. Mi viejo jamás me hizo un reproche de padre celoso por el aspecto que yo tenía al dejar la casa de Esteban. Y acto seguido se ponía a cantar alguna de Manal. Avellaneda Blues le gustaba. ¿Te parece que me sale bien?, me preguntaba después de imitar los graves de Javier Martínez. Te sale igual, pa. Y hoy es su cumpleaños. No podía hacer otra cosa que un tributo acá, en mi casa llena de sol, con otro hombre, que no es el primero pero está acá, acomodando unos papeles en la carpeta de la cuentas pagas y me mira cada tanto con una sonrisa entre la barba. Yo no luzco el pelo como las noches post Esteban, pero de vez en cuando me sublevo contra la ley de gravedad.
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saludos!