La profesora nos dijo que relajáramos cada parte del cuerpo empezando por los dedos de los pies. Y estoy segura de que antes de llegar a relajar el abdomen, yo ya estaba en una nebulosa. Caí en una neblina espesa que me pareció eterna. Una vez arriba, me costó volver, porque no era conciente que de verdad estaba arriba. De verdad estaba en paz y liviana. Pasada dicha eternidad, el cuerpo se fue despertando y mi cabeza volvió a tener autonomía. Estos son los placeres de la pobreza y del yoga, me dije antes de ponerme las zapatillas y dar las gracias.
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Comentarios
te felicito! q hermoso
qué bueno!
Un saludo Julia!
qué lindo! qué cierto.
un beso!