Febo IV

Antes.

La casa de la abuela quedaba en Carlos Tejedor, cerca de General Villegas o Pehuajó, por nombrar un pueblo más o menos conocido. Siempre íbamos en tren, más que nada para que no nos sintiéramos tan encerrados. También porque era más barato. Igual a mí me encantaba deambular por los pasillos y quedarme cantando sola en el baño mientras todos dormían un sueño pobre. Después de Bragado era imposible calmar la ansiedad de Febo que escupía impaciencia y jodía a medio mundo. El tren llegaba siempre antes del amanecer y nos cagábamos de frío. Nadie nos esperaba en la estación, así que teníamos que caminar las siete cuadras de tierra hasta llegar a la casa. Entrábamos en puntas de pie, porque la abuela dormía más de lo normal, y si la despertábamos, se pudría el rancho. Generalmente hasta las 11 no amanecía. Con Febo íbamos a despertar a mi prima, que la noche de nuestro arribo no pegaba un ojo, y ni bien escuchaba la puerta se levantaba de un salto. Mamá iba derecho a la que había sido su pieza cuando era chica, y se acostaba. Y nosotros, a la cocina. Esas madrugadas tenían algo de mágico. Febo me hacía levantar la persiana y después de dejar toda mi fuerza en la correa, veíamos el vidrio empañado por el frío. Alguna gallina cogoteaba en el patio, y la claridad del aljibe era algo inédito, como de película. Hacíamos café en los tazones celestes de la abuela porque como todos dormían, esa era nuestra transgresión. Sino, no nos dejaban tomar café. Y nos quedábamos despiertos hasta que se iban levantando todos. El ruido de la persiana de la pieza de la abuela anunciaba su aparición en la cocina. Cuando llegaba, nos apretaba a besos. Todos los años vestía el mismo batón azul, que encerraba su figura enorme y respetable. Respetable hasta ahí, en realidad. La abuela estaba vieja, pero no tanto como para tentarse de la risa y salir corriendo al baño, dejando a su paso un surco de pis. Porque tampoco usaba bombachas, de tan gorda no le entraban ya. O le molestarían, quién sabe. Nunca nos animamos a preguntarle.


(Sigue...)

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Comentarios

sara dijo…
me engaché julia. próxima entrega! próxima entrega!

abrazo.
Anónimo dijo…
Coincido con Sara, me enganche y solicito su próxima entrega!!!
Me reí mucho imaginándome a Febo revoleando mierda y a la abuela en el batón celeste!!
Besos Julet
Julia dijo…
Euge y Sara, gracias. =))

Sara, estás desnuda!! =O