Febo III

Antes.

En las vacaciones, mamá nos llevaba al campo y nos quedábamos allí los tres meses que duraba el verano. El plan no era otro que visitar a la abuela. Cuanto más lejos de papá, mejor. Papá no era malo, pero tengo el recuerdo de que con mamá no se hablaban. O mamá nos hacía tenerle ese miedo cuando gritaba “dejen el baño libre que ya está por venir su padre”, o “¡sabés que tu padre llega y quiere mirar un poco de tele!”, entonces nosotros teníamos que despejar el living. Y papá llegaba y a veces nos saludaba, a veces no. Algunas noches nos traía chocolates y otras, libros. Ahora que lo pienso, mi padre era una persona muy extraña y ciclotímica. Creo que era profundamente infeliz. Por eso nunca venía de vacaciones con nosotros. Aunque las vacaciones en lo de la abuela no eran gran cosa. La abuela era gorda y simpaticona, pero perdía la paciencia al segundo día de llegada la parentela. Una vez Febo le gritó en la cara que quería que se muriera. En aquel entonces no me pareció que él había estado tan mal porque la abuela era muy guacha cuando quería. Pero ahora es como si lo estuviera viendo. Febo enardecido, el pelo resplandeciente por lo rojo de la cara y esas paletas de marfil recién estrenadas. “¡Ojalá que te mueras!”, con toda la bocota abierta. La abuela se quedó muda y se puso a llorar. No creo que Febo le haya pedido disculpas, no se acostumbraba en casa a pedir disculpas. Las vacaciones también coincidían con la visita de la tía Josefina, y entonces se encerraban las tres mujeres en la cocina meta charlar. A nosotros, ni bola. Entonces, Febo tenía el mundo a sus pies.

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Comentarios

Franky dijo…
Está buenísimo.

Ahora ya casi no comento porque entre las fotos, la poesía y los cuentos no encuentro qué decir, pero quería saludar.
Julia dijo…
Gracias Franky, y Hola!!!