Nati II

(Aquí está la primera parte)

Nati también era artesana. A veces llevaba al colegio sus utensilios, alambres, pinzas y piedras, y se colgaba en las horas de matemática a retorcer sus muñecas flacas. Así aumentaba el stock de aros que vendía los fines de semana en Parque Centenario. Dos por un peso, ofrecía en los recreos a las pibas. Los fines de semana, Nati casi nunca venía para el barrio porque se quedaba en el suyo, Pablo Podestá, con los pibes de allá. Había algo allí que la chupaba y no la dejaba ir. Las calles de barro la absorbían como un jagüel. La imaginaba con la cabeza apenas por fuera de esa bosta, resbalando hacia abajo y tirando manotazos. Pero más resbalando y saboreando el olor de la mierda, que queriendo salir. Todos los de Podestá estaban en la misma. A mí me gustaba mandarme cagadas, pero a ella le gustaba más. Por eso no me resulta extraño que haya terminado siendo puta. ¿Cómo se pararía frente a los hombres que iban a pagar por sexo? ¿A cuántos se cogería por día? ¿Dejaría que le pegaran? Nunca hablamos de estos detalles, me parecían muy íntimos. Aunque en el morbo más profundo, me moría por saberlos. ¿Doble penetración? Hace unos años me dijo que lo hacía para comprar drogas. En ese entonces ya se inyectaba merca. Fue justo antes de robar de caño un auto en una remisería de Hurlingham con su novio y caer presa. Nati y su novio estaban pasados de merca. Se llevaron el auto pero no llegaron muy lejos porque los fue a buscar la policía. El remisero los conocía del barrio. El chabón tenía un prontuario de la puta madre, pero Nati no. El tema es que ella estaba apuntando el arma. Entonces, adentro. Yo me enteré recién cuando ya llevaba dos meses detenida. Hablé con la madre por teléfono y lo único que me pedía era que fuera a visitarla y le llevara una carta. Como en las viejas épocas, que nos gustaba escribirnos, por más de que nos veíamos todos los días en el colegio. Nunca había otra novedad que la de estar escribiéndole a alguien, poner alguna letra de alguna canción y dibujar corazones de colores y hojas de chala. Así fue como tomé valentía y un sábado al mediodía me llegué hasta la comisaría de San Martín. Había olvidado cómo era el verano en San Martín. Estaba que ardía. Hacía años que yo no pisaba el barrio. La comisaría quedaba de la estación de tren, para adentro por Villa Maipú, donde las calles eran de tierra. Caminé por donde no había ni una gota de sombra y llegué. Golpeé unas cuantas veces un portón de chapa y nada. No obtuve respuesta. Me senté en el cordón de la vereda un rato, no iba a darme por vencida tan fácil. Había llegado hasta ahí y quería ver a Nati, darle un abrazo, decir alguna palabra que nos causara risa. Mentirle que todo estaba bien. No sé, verle la cara. El cielo era más azul en San Martín que en los barrios de Capital en que viví una vez superada la adolescencia. Hasta el aire era distinto. Pasé uno rato largo en el cordón, mirando la tierra seca, los árboles verdes, los pájaros que se posaban. A veces pierdo la noción del tiempo, entonces pierdo la noción de mi existencia y de toda vida que me rodea. Antes de que esto sucediera, me levanté. Volví a intentar en el portón de chapa hasta que una dama vestida de azul con una larga trenza adornando su espalda, me atendió por una ventanita mínima. Le dije que quería visitar a una amiga que estaba detenida ahí. La policía me preguntó quién era. Le dije el nombre de mi amiga, pero argumentó que ya había pasado el horario de visitas. Yo le dije que había llegado a horario pero que no me atendían, por eso se pasó el horario de visita. La mina me cortó en seco. “Si querés, dejale una carta, no podés pasar”. Así que volví al cordón de la vereda a escribirle algo.

Hola, Nati, como estas! Yo acá, separada de vos por medio de un portón de chapa marrón, de muy mal gusto, y una minita policía me dice que llegué tarde para visitarte. Por eso te dejo esta cartita, como cuando íbamos al colegio. Ayer hablé con tu vieja y estaba bastante angustiada pero me dio fuerzas de que todo iba a ir bien. Espero que esas fuerzas se trasladen a vos. Ya sé que hace mucho que no hablamos, pero me enteré que estabas acá y no podía dejar de venir. Jessi está viendo tu caso con un abogado amigo, a ver en qué andan los papeles para que puedas salir lo antes posible. Yo estoy bien, de mí ya hablaremos después, con unos mates de por medio. Portate bien, no hagas calentar a las compañeras, así salís más rápido. Te quiero mucho y espero verte pronto.

(Continuará)

***

Comentarios

Bruja dijo…
ay Julia, se me estruja el corazón con esto que contás.
sigo acá en tu blog, un ratito cada dia. chau.
un beso
Franky dijo…
Me ausento un par de días de la blogosfera y me ecuentro con toda esta historia, mamma mía! Espero ansioso la tercera entrega. Es todo un tema el de los amigos autodestructivos, supongo que lo único que se puede hacer es lo que haces vos, acompañar, a lo mejor dar una opinión cuando a uno se la piden, pero jamás juzgar...
Julia dijo…
Hola Bruja y Franky! Es una historia, nomás, cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia. Y cero prejuicios! Besos a los dos!
buena, julita!
que siga, espero la continuación! me gusta...
Macareing dijo…
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Muchas gracias
Julia dijo…
Franky: No te caigas, ehh!

Ce: Gracias, en breve la continuación.

Macarena: Gracias.
cliente dijo…
Cero prejuicios, pero te preguntás por la doble penetración (no un anal, doble, dos japis, pero cero prejuicio), por si le pegan... El chabón tenía prontuario, ella se picaba...
Cero prejuicios, ja
cliente dijo…
Cero prejuicios, pero te preguntás por la doble penetración (no un anal, doble, dos japis, pero cero prejuicio), por si le pegan... El chabón tenía prontuario, ella se picaba...
Cero prejuicios, ja
cliente dijo…
Cero prejuicios, pero te preguntás por la doble penetración (no un anal, doble, dos japis, pero cero prejuicio), por si le pegan... El chabón tenía prontuario, ella se picaba...
Cero prejuicios, ja
Anónimo dijo…
odio cuando blogger tarda, y después te publica tres coments seguidos.
perdón.
borralos si querés.
Julia dijo…
Todo bien, Cliente, pero no entiendo la pregunta o el comentario.
client dijo…
Nada, que decís "cero prejuicios", pero tus preguntas son acerca de prácticas que en mis xps de clientes poquísimas veces supe de chicas que las hicieran (DP no hace casi nadie, ponele).
Y "cero prejuicio", pero una mina que labura de puta es una reventadita a la que le gustaba perdidamente la japi desde pendeja, ¡que se pica!, cuyo macho tiene alto prontuario.

Eso, que el relato cae en cuestiones que juzgo prejuiciosas. Un gato de un lugar al que va una rock star argenta no tiene los brazos marcados, ponele.
Julia dijo…
Client, el relato se desprende a partir de alguien que compartió otras cosas con esta mujer que se convirtió en puta, que va de la inocencia del colegio al puterío. Una persona que no tiene que ver con ese mundo se hace mil preguntas, cómo responderlas si estás fuera? Y es eso nada más, un relato, un cuento. Saludos.