El jardín más bello

¿Qué iba a saber yo que a él no le gustaban las chicas? Porque era sumamente seductor y no parecía para nada gay. Pero bueno, eso dicen “las lenguas” a secas. Dejemos lo de “malas” para cosas realmente malas. Cuestión que después de estarle más de un año encima a mi editor para que me diera el ok de la nota, lo entrevisté en un bar de Santa Fe y no recuerdo qué, como a las 6 de la tarde. Por lo general mis entrevistas no duran más de una hora. A veces mucho menos. Sin embargo, con él estuve 3 horas meta pedir cortados. Me enamoré con el primer contacto visual.

Llegué al café puntual, aunque él había sido más puntual. “Ey”, le dije, y lo llamé por el nombre. “Julia”, me dijo él. Y mi sonrisa excedió los límites de mi cara. Me senté enfrentada y quedé embobada mientras entraban los fotógrafos al bar. Quedamos en que primero harían las fotos y luego nos quedaríamos hablando tranquilos. Me pareció lo mejor, ya que me molesta un poco que haya más gente en la entrevista que los entrevistados. Él era bastante más grande que yo (¡y eso que yo ya era grande!) por lo que todos sus atributos físicos quedaban inmediatamente descartados de la razón de mi enamoramiento. ¿Qué era? Era algo que no se veía. El fondo de sus ojos, su energía, su aura, quizá. Su voz.

Hablamos durante tres horas. Él y yo enfrentados. Me contó de sus viajes, de sus discos, de sus amigos, de sus libros. Yo nada más escuchaba y cambiaba los casettes que se acababan de tanto grabar. Miraba mi cuaderno y todas las preguntas que tenía previstas ya las había hecho, pero lo mismo seguía preguntando. Todo fantástico en esta historia surrealista para mí dentro del bar, hasta que él miró la hora. “Qué tarde se me hizo”, dijo. Pidió la cuenta, se negó a que pagara mi parte y se fue. Yo me quedé sentada, fingiendo leer un libro, porque mis pensamientos se estaban yendo con él. De esta forma me quedé sola. No me dijo ni te llamo y vamos a tomar algo, ni ¿para dónde vas? Te acompaño, o te llevo. Tampoco me dijo que era linda. Jamás me miró con esos ojos feroces de hombre que muere por tu sexo. No pasó nada en el baño, tampoco besos mojados sobre la mesa. Nada que incluyera el físico, pero su luz me atrapó como nunca lo había hecho un entrevistado. Nunca más volvería a verlo a solas, sólo desde alguna butaca anónima de algún teatro, algún Niceto o Trastienda.

(Publicado en El Silencio en 2006, en la columna La Groupie)

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Comentarios

BORT dijo…
Entendelo, probablemente estaba buscando una excusa para huir de sus propios miedos...

No hay emoticon de ceja sarcástica levantándose sugestivamente en esta cosa?

Ok, no importa. Repito, se acabaron las matrículas de BORT.