Raro

Querido diario:

Hoy fui al centro y me pasaron cosas rarísimas. En la calle, camino a la parada del 93, un señor me paró desde un auto y me hizo una pregunta innecesaria, porque tenía la respuesta en frente suyo. Yo me di cuenta cómo me miraba el señor, le respondí sólo por cortesía, mientras veía cómo pasaba el 93 por la esquina. Pasaba sin mí. Así que me fui, sin resoplar, porque quería que la ida al centro fuera de lo más pacífica. Llegué a la parada y atrás mío vino una señora. De esas señoras simpáticas y piolas, que parece que fueran por siempre jóvenes y seguramente se casaron de grandes. Mientras yo miraba el cordón de la vereda, mis zapatillas y el banco mojado, escuché "ahí viene el noventa y treeeeeees", esta última sílaba la prolongó en el tiempo, su voz se hizo aguda y aplaudió con sus manos pequeñas. Incluso no sé si no dio saltitos en su lugar. Detesto las voces agudas de las mujeres, pero esta señora era simpática, por eso me di vuelta y le contesté que qué bueno, porque yo acababa de perder uno. Y le sonreí, de pura gana. De repente nos habíamos hecho amigas, una amistad que duró un segundo. Subí al 93, elegí el mejor lugar del colectivo y en vez de mirar por la ventana, como me gusta, abrí La caza del carnero salvaje y me puse a leer. Saqué mi birome naranja y empecé a marcar unas frases que me parecieron geniales. Todo el viaje estuve leyendo. Creo que al lado mío se sentaron tres personas, pero nunca las miré, sólo percibí el movimiento de sentarse y pararse. Bajé al llegar a Alem al 600, caminé las dos cuadras y me puse a pensar qué era lo fantástico de las frases de Murakami que había marcado. Entonces reconocí que estaba loca. En el momento de leerlas me parecieron fabulosas, de lo más trascendentes, una respuesta ante mi incertidumbre existencial. Supuse que ya sabía vivir. Murakami me lo había dicho todo. Lo cierto es que ya olvidé esas frases. Me subí la bufanda hasta la nariz y me puse la capucha. Llegué a la agencia, cobré unas facturas viejas y me fui. La señora que me pagó estornudaba. Yo le dije “salute”, y un chico que estaba ahí me dijo qué simpática, y me sonrió. Yo salí a toda velocidad, no me gustan los hombres babosos. Tenía que ir al diario. Pero no tenía idea de cómo llegar. En verdad ya había hecho ese recorrido una vez, pero esas cosas siempre se me olvidan. Así que bajé en el subte que está en Alem y Corrientes y comencé a mirar esa vidriera enorme tan gráfica de las combinaciones. Casi logro comprender la combinación hasta Constitución, pero apareció un señor y se ofreció: "¿te ayudo?". Sí, le dije, y le expliqué, entonces en un segundo dio vuelta todo mi mundo, pero él tenía razón. No sé cómo no pude verlo por mí misma. Había necesitado de un señor equis para viajar al diario. Así que subí nuevamente a la superficie, y el ritual de la bufanda y la capucha. Llegué a la Plaza de Mayo y estaba todo descampado. No había pared que retuviera al viento. Mis labios estaban partidos desde antes, pero lo mismo enfrenté la Plaza y la crucé. Había unas palomas enormes y hechas mierda, como nosotros. No me gustan las palomas, pero éstas me dieron pena. Estaba todo lleno de rejas, rejas cuadraditas, perpendiculares, rejas desmontables, largas y cortas, gordas, flacas, etcétera. Muchos policías. Había un camión azul, de esos que dan miedo, con más policías adentro. Por eso me acerqué. “Hola”, les dije, “¿no saben dónde está la entrada de subte de Bolívar?”. Me miraron detrás de las rejitas cuadriculadas de su asqueroso camión y balbucearon datos falsos. “Allá, es ésa”, me señalaron la de Plaza de Mayo. “No, no”, les dije”, “ésa es Plaza de Mayo, yo necesito ir a la estación Entre Ríos, que es de la línea violeta”, y mientras decía esto, buscaba con la mirada el redondel violeta salvador con la leyenda de Bolívar. “Ahí está”, les dije, “ya la ví, son muy útiles ustedes, gracias”, y enfrenté de nuevo el aire helado de las 5 de la tarde. Llegué al diario, saludé a José, me crucé con mi editor que me dijo unas cosas, y estaba bastante conversador para lo que es su estilo. Y yo le hablé algo, intenté conversar, pero le dije que había tenido una tarde rara. Haciendo un recuento de las cosas que habían pasado, me dí cuenta de que no había sido rara, sino que yo estaba distinta. “¿Por qué rara?”, me preguntó mi editor. Y le conté algo que estoy segura él calificó de boludez. Pero ¿cómo explicarle una sensación?

***

Comentarios

Está bueno que te pasen muchas cosas cuando vas al centro. A mi antes me gustaba ir, ahora que trabajo por ahí ya todo me chupa un huevo.
También me divierte la gente que no sabe viajar en subte. Yo por lo general soy un desubicado mental en todo lo qeu son calles y eso, pero en el subte me manejo re bien.
Otra cosa que me divierte es que la gente llame a cada línea por su color y no por su letra. Muy simpático.
Que simpática.
Chau ju.
Román Mayorá dijo…
Que lindo relato!
Tiene todo: frío, bufanda, hechos raros inexplicables, gente simpática, gente no tan simpática, y termina con una sensación.
Felicitaciones!
Julia dijo…
tomás: nunca tan simpática como vos. besos!

mchns: gracias =)
quiero saber qué le comentaste al editor a ver si me parece una boludez. y qué frases de murakami marcaste a ver si marqué las mismas. llevá el libro mañana. yo estoy marcando todo el libro de marguerite duras prácticamente, y lo tenés que leer luego porque es genial.
me gustó mucho el texto, además es muy vos y me gusta reconocer eso en las palabras.
la Dama sol dijo…
me parece que tuviste sin dudas una tarde extraña!!! ya percibir que las palomas de plaza de mayo son palomas hechas mierda es raro.
Cuando una persona por la calle te cae inexplicablemente bien y no la conocés, también es extraño. Y más cuando tantos hombres se te acercan, es decir, no sólo te miran y te piropean, sino que van a hablarte con el intento de "levantarte". Eso también es raro que pase, digo, fueron como 3, o no?

Beso, Julia, qué lindo es tu blog.

Gaviota (Sol)
Julia dijo…
ceL: tengo varias frases marcadas en naranja... son insignificantes, casi. no sé por qué reparé en ellas, hoy te las muestro! sisisi, claro q luego quiero el de marguerite, aunq antes está el de auster en la lista de espera. pero ya sé q me da el cuero para leer dos a la vez. finalmente el sábado terminé el de kundera y fue sencillamente fabuloso. oh, si, querida ceso, fue genial. en fin, hoy tengo tanto tanto amor para dar!!! muchos besos!

dama sol: qué bueno q te guste el blog... y los hombres que la quieren levantar a una.. me dan un poco de lástima su pérdida de energía, no? como te fue con la obra??? ahora voy para tu blog. salute!
Anónimo dijo…
Te acordas de la paloma enfermita de Plaza de Mayo que se nos pegó mientras grababamos "Lucas"?. De esas debe haber bochaaaa
Julia dijo…
sí, claro que me acuerdo. esa paloma estaba enferma, pobrecita y Román no le hacía la vida más fácil. besos, Eme!!
Ariel Gulluni dijo…
AI JULIII... donde estuve? habilitaste los comentarios y me perdí este relato, por lo menos en el momento de su alumbración blógica.

Emmm. ¿Qué hago?
Te digo que me pareció o no?
Tengo la vacilación, la incertidumbre de las razones por las cuales los comentarios brillaron opacos por su ausencia todo este tiempo.

Bueno si. Nomeimporta.
Ahí va. Me encantó.
Y ahora te lo digo con voz.
En segundos. Bueno, después quizá.
Pero me gustó mucho.

Tus cadencias, tus elecciones, tus objetos, tu mirada, temperaturas, papeles, notas, cotidianismos hermosos que pululan y borborotan.

Cada hora sumás.
Encatomé.(con tilde al final)
Julia dijo…
hola ariel (Pelu for me!!); gracias por tus palabras. yo tambien te quiero mucho!! =)) aunque no entiendo lo que me decis de los comments que brillaron por su ausencia... muchos abrazos de cientos de años!