Verano y mil tormentas

Escucho La canción del océano, versión que Honduras Libregrupo hizo de Sea Song, de Robert Wyatt. Es fabulosa. Y no pienso sacarle mérito diciendo que es porque estoy sola, borracha un sábado a las 12.30. Simplemente es genial como un rasguño que descubriera en la espalda, sola un sábado a las 12.30. Sin cigarrillos pero con cerveza. La letra de La canción del océano es. No me salen los adjetivos. Quiero decir que es muy dulce y que me da ganas de llorar. Algo así como ser “verano y mil tormentas”, una definición que alguna vez me achacaron. Ojalá hubiera tenido menos tormentas. Lo del verano me lo quedo. Volviendo a La canción del océano, realmente me movió algo. Encima, como era la única canción en el player, la escuché repetirse unas ochos veces desde la cocina mientras preparaba la ensalada que tengo que llevar mañana a lo de mamá. Mañana festejamos mi cumpleaños en su casa. Lo bueno de estar sola son todos los pensamientos que fabricás, se vienen. Los pensamientos. No hay más cigarrillos. Tengo que cambiarme y bajar, pero los necesito.


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Una vez arriba y con cigarrillos, reconozco que La canción del océano es tan buena como para poner, sin escalas, el disco de Invisible de 1974, el que tiene Azafata del tren fantasma. Y es tan genial, porque ese tema hacía días lo tenía en la cabeza y hace días que estoy en lo de Seba, quien no es muy amante del Spinetta añejo como yo. Osea, tuve que llegar a estar sola para darme ese lujo. Ahora Lolita me cuenta, mediante mensaje de texto, que le fue maso en el parcial de psicología. Me da pena porque yo la vi estudiar, aplicada, para el primer parcial de su vida. No recuerdo cuál fue el mío… creo que economía y el valor del trabajo de Robert Smith. Ya lo creo que me costó y no entendía ni mierda. No pienso lo mismo ahora. Aunque pensándolo bien, Robert Smith no era el economista. Se ve que no aprendí mucho de economía y la plusvalía. Siempre el rock. No aprendo más. Smith y Ricardo eran la dupla imposible a mis veinte del CBC.

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