Telos

¿Te acordas la primera vez que fueron al telo?
Casi rompen un espejo.
Ni durmieron y se fueron así, con los ojos en compota a desayunar al bar ése de Córdoba y Pueyrredón. El diario para ella, medialunas para vos. El debut en el telo fue amargo. No por el sexo, sino porque las horas estaban contadas. Después del mediodía tenían que partir y seguir con la historia de la separación. Por eso cero pernocte. Vos la mirabas en el espejo, después volvías a ella. El espejo, ella redondita, las luces chotas, tríos en la tele, putas con trajes de cuero brillante. El espejo y ella redondita, impecable. Las horas y la soledad de la cama de plastilina. Qué amargura. Y ese bar queda apenas a unas cuadras de tu casa. No te gusta mucho recordar el desayuno en el bar. Después, la secuencia de esperar el colectivo. Todo como si le pasara a otro. El colectivo, Córdoba, las putas, el espejo. Tu tristeza. No le pediste que se quedara, entonces ella se fue. Y Córdoba es una figurita repetida.