Zorba, el meo

La pista de baile cansa. Eso no sólo lo digo yo, cualquiera sabe de lo que hablo, no hace falta llevar ningún gen de Jorge Donn. Bailar, así de corta. Cuando estás enfiestado y hay cerveza y tenés con quien bailar, bailás. Después te besás, tomás otra cerveza, etcétera. Cuestión que estábamos bailando, más motivados por nosotros y por el cumpleañero, que por la música o el lugar. La música era espantosa. Es-pan-to-sa. Una especie de revival berreta de los ’90. Pésimo mal gusto. Pero love is in the air y los besos y los cuerpos, todo bien, entonces nos quedamos y seguimos. Hasta que un amigo llama al teléfono de él porque quería venir a la fiesta. Bueno, le dijo Seba, pero al instante que corta nos pareció que no íbamos a quedarnos mucho tiempo más ahí. Entonces le dije yo voy afuera a esperarlo, lo atajo en la puerta y le cuento de las bondades de esta fiesta para que no pague al pedo y se coma un garrón. Eran como las tres y media. Él se quedó adentro porque aún había algunos amigos suyos. Compromisos sociales. Yo, cansada del ajetreo de la pista, me senté a esperar a mi amigo en un negocio. Me senté en la entrada de una persiana, imaginando que respiraba aire puro que me desintoxicaba del tabaco de adentro y de la música de mierda. En eso Seba asoma la cabeza de la puerta del boliche y le hago señas para que venga. ¿No llegó el Purre?, pregunta. No, le digo, y se sentó al lado mío. Claro que no podía más que imaginar la paz de un sábado a la noche sentada en la calle. Qué olor que hay acá, le digo. (¿Saben que tengo un don de perfumista al cual bauticé Grenouille? Don Grenouille). Olor a qué, dice Seba. Olor a meo fuerte, como un olor a pis, pero no de gato. Un pis re heavy, le digo. Le describo el olor. Entonces Seba, como influenciado por mis palabras dice sí, vámonos, el Purre no viene. Le mandamos un mensaje: no vayas a la fiesta, la música una mierda, roxette, vilma palma. Y nos levantamos. Seba se toca la cola, como limpiándose. Tenía todo el pantalón duro y lleno de pis del piso. Que no entiendo cómo es que estaba seco el pis, impregnado. Imaginé capas de pis secándose al sol. Que los pibes salen del boliche y mean ahí nomás. Y nosotros sentados, respirando oxígeno gris, y sentados con total confianza en ese pis concentrado. Yo también me pasé la mano por el vestido y efectivamente era un cartón. Nos quedó un olor ácido en las manos. Por suerte estábamos a cuatro cuadras, así que nos fuimos caminando y riendo. Nos parecía muy raro estar llenos de ese olor. Lo primero que hicimos cuando llegamos fue sacarnos la ropa, directo al lavarropas. Nos lavamos las manos, nos lavamos un poco. Seba bajoneó un sánguche, yo comí un pedazo de Shot y apagamos la luz. Hasta mañana amor. Chau, chau, amorcito. Y Jorge Donn también se sentó a morir.

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