Retiro voluntario

Lo que sucede es que hoy él se fue. No se fue de madrugada dejando una nota, ni dio un portazo porque le grité media hora seguida, ni tiene otra, ni. Nada de eso. Se fue para siempre a otro lugar. A vivir. Se fue y yo lo acompañé a Retiro.

Yo aún llevaba las ojotas y ninguno de los dos había almorzado. Hará cosa de unas dos semanas que Seba decidió que se iba. “Quiero ir, amor”, me dijo, “necesito irme”. Yo le dije bueno, y viví esas dos semanas como si nada, súper enchufada, trabajando mucho, saliendo un poco, bebiendo y de fiesta. ¿Viste cuando te parece que ese momento no llega nunca, no llegará nunca? Tomorrow never knows. Bueno, yo creía que el día de su partida no llegaría. Pero finalmente llegó y es hoy. Todos los días son hoy. Hoy se fue.

Nos levantamos como siempre, temprano. Él tenía su segunda sesión de knesiología, para la que hay que levantarse a las 8 y media aproximadamente. Y la verdad es que yo soy más de las 9 y media que de las 8. Así que me levanté temprano, como pude. Mis pestañas estaban cosidas por el sueño. Me levanté, y mientras él salía de la ducha, preparé el desayuno. Recién caía en la cuenta de que eran nuestras últimas horas juntos. No es que soy fría ni mucho menos, pero con Seba siempre supimos ubicarnos en el hoy. Hoy es el último día. Hoy me levanto con vos, te preparo el desayuno, me pongo el pantalón y te acompaño a kinesiología. Hoy te espero en la sala de espera, leyendo, compro el diario o abro a Kundera. Tal vez me vaya a algún café, pero hoy quiero estar pegada en serio.

Fue el viaje a Belgrano más triste de los últimos años. ¡Hace cuánto que no viajaba en subte de mañana! Seba se reía porque yo estaba muy despeinada y toda la gente iba peinada y con cara seria a sus trabajos. A mí no me importa nada estar despeinada. Todavía no me importa. Yo quería que los minutos se multiplicaran. Odio el subte, odio estar debajo de la tierra, pero quería que el subte siguiera hasta el más allá yque nunca se hicieran las 2 de la tarde en Retiro. Pero en esta realidad, el tiempo no lo manejo yo. El subte llegó a Belgrano. Luego, un colectivo, no recuerdo cuál, hicimos casi diez cuadras y todos los trayectos me quedaban cortos. Yo, que odio caminar, quería hacer la peregrinación a Luján con tal de pasar un rato más con él.

(continuará)


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