Let's dance

¿Te acordás cuando conocimos a Bowie en Cariló? Todos querían enganchártelo, pero no por nada, sino porque él en la fiesta de los daiquiris había preguntado por vos. Esa noche todos apostaban a que te lo llevarías a tu habitación, que si mal no recuerdo, se llamaba Magnolia. A mí me hubiese gustado que me tocara Magnolia por la canción ésa que me gusta tanto, pero bueno, creo que me tocó Madreselva, que también es una canción de Spinetta. O fue al revés. No importa, ya te encargarás de decirme tarada, escribís cualquier cosa y seguramente tengas razón.

Bowie apareció esa noche maquillado, con el traje de Laberinto y todas las miradas fueron hacia él. Atónitas. No me acuerdo quién lo apodó Bowie, puede que fuera yo porque me encanta bautizar a la gente a sus espaldas. Probablemente se llamara Alejandro o Pablo, pero esa noche él era Bowie. Además de su traje laberíntico, tenía unas bolas brillantes con las que jugaba. Y ahora que lo pienso, Bowie no hacía gran cosa, sólo pasear su singular belleza, que hacía meterse a toda la gente en su bolsillo. Los demás del grupo de teatro hacían acrobacias, se contorsionaban de lo lindo, pero a Bowie le bastaba con aparecer. Sin embargo, fue una desilusión cuando apareció en la fiesta a la noche, luego de su actuación de las bolas brillantes, porque vino así, de civil, con una remera blanca de surfer, y nos dimos cuenta que realmente no era gran cosa. Porque lo profundo no ama el disfraz y él ya no era Bowie, era un pibe más que bebía entre la gente. Ahí nos enteramos que había preguntado por vos y junto con la otra periodista, que no recuerdo el nombre, hicimos todo lo posible para que reaccionaras y te fuera a dormir con él. Pero vos no, siempre callada y bailando a un costado. Con los ojos cerrados, con los ojos abiertos viendo todo, seguramente para ir corriendo a escribir. Ya sé, por eso no te llevaste a Bowie esa noche, porque querías quedarte sola escribiendo o leyendo, tal vez disfrutando algún video del canal mejicano que habíamos descubierto a la tarde. ¿Entonces tu famosa timidez es una excusa? Yo sé que no.

Al día siguiente no desayunamos en el hotel porque nos levantamos muy tarde. En cambio, llevamos el mate a la playa. Y a medida que íbamos caminando por los médanos, se nos unía más gente. Tengo ese recuerdo. Cuando llegamos al mar, estaban todos los del grupo de teatro tomando sol; despatarrados y siendo la atracción principal de la playa. Estaba Bowie, claro, aún tenía los ojos pintados, pero llevaba traje de baño y nada más. Él había sido el objeto de deseo la noche anterior y ahora estaba ahí, jugando con la arena, infantil y tonto. Creo que te dejó de gustar. ¿Qué iba a suplantar él la felicidad de estar sola, con vos, en tu plan Salinger, escribiendo y ese enorme etcétera que conocés? Pasó Bowie, como tantos otros que emigraron como un relámpago. Bowie no es más que eso, un nombre de fantasía, una imagen, como tantas otras, que a veces vienen a mi recuerdo.

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