Esas locas ganas

Hoy volví a escuchar Vox Dei, me dieron ganas. Vete a saber por qué, diría Murakami. Antes lo escuchaba todos los días. Una vez lo fui a ver con mi amiga Ana al cine de San Martín, ese que queda frente a la plaza. Entramos con cuatro latas de medio de birra en el morral, me acuerdo patente, y las bebimos felices. Antes no te revisaban el morral. Habíamos hecho lo mismo con La canción es la misma, y anteriormente con un documental de Purple que mi memoria casi mata. Tampoco recuerdo demasiado la noche de Vox Dei, sólo a Ana y a mí contentas, cantando las canciones. Años antes había ido a ver a Color Humano, no recuerdo a dónde, pero sé bien que fue en un teatro. Fui con mi primer novio, creo que era él. O tal vez haya ido sola. La memoria me resulta complicada. Me gustaba mucho salir sola, así podía conocer más chicos y no centrar la atención en una amiga o en un grupo de amigos. Como sea, los chicos siempre acababan por acercarse. Esa vez, Molinari invitó a Skay a tocar Mañana por la noche. El ricotero no pudo desobedecer a los dictados idem y los riffs eran de lo más idem. Yo creo que me puse a bailar con alguien de flequillo. También tenía cerveza en el morral. Entonces cuando terminó el recital, yo estaba de lo más verborrágica y lo vi a Willy Quiroga sentado en una butaca. Hola Willy, le dije, y me senté al lado. Él estaba igual, así, con esa gran berruga al lado de su bigote blanco y esa boina que supongo le taparía la pelada. Hola, me dijo Willy. Ya sé que soy chica -seguí- pero me gusta mucho Vox Dei, mi viejo me lo metió en la cabeza desde que era más chica aún. No recuerdo si él me contestó algo o qué, pero tampoco quise ser tan pesada y me fui. Estaba contenta de haberle hablado al que había visto tantas veces en mi película favorita de aquellos años, Hasta que se ponga el sol.


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