Piedra libre (y no tiene que ver con la legalización de la marihuana)

Mi padre es un niño, me hace la vida imposible, me esconde las ojotas, me apaga la zapatilla de la compu, me "ordena" los papeles, libros y discos, al punto de no encontrarlos en mi propio desastre. No sé si lo hace porque se divierte o porque lo tengo harto con mi desorden. También perdí el rastro de las cosas que tengo acá y las que tengo en lo de mi vieja. Vivo dividida, eso me pasa por homeless. El jueguito empezó hace unas semanas, últimamente me venía quedando mucho en lo de mi vieja, pero venía a lo de papá de vez en cuando. Llego y, como cualquier día, me preparo el mate. Desenvaino la compu, enchufo todos los petates, preparo un playlist y me dispongo a sacarme las zapatillas. No hay cosa que odie más que andar en zapatillas en verano. Busco las ojotas por los lugares que solía dejarlas: abajo de la mesa, al costado de mi escritorio, abajo de la cama. Incluso en el placard, tal vez mi viejo las haya guardado. Pero nada. Entonces empiezo a hacer memoria, ¿donde carajo las dejé? No viene ninguna imagen a mi cabeza, por lo que decido quedarme descalza, salvo para abrir la heladera, que me calzo las ojotas de papá. Me quedan enormes pero bueno, ya sea por miedo o prevención, prefiero sostener el mito de la heladera. Después de todo, escribir apoyando los pies en el parquet no está nada mal. Y el día transcurre de lo más normal: trabajo en mi compu hermosa, suena el teléfono, chateo con alguien, llamo a otro, nada del otro mundo; y dentro de esa normalidad, pretendo ir al super a comprar unas frutas. Agarro plata y la meto en una cartera pequeña que tengo siempre arriba de una silla. Me pongo las zapas y cuando voy a pagar los duraznos y las naranjas, encuentro las ojotas. Con la de hoy, es la tercera vez que voy directo a las carteras. Ahora ya sé dónde buscar cuando vuelvo de lo de mi vieja. No voy a decirle a mi papá que descubrí su escondite.


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