El silencio de mañana me ataca y me transforma en autista. Sin violencia me ataca y me deja mirando al frente, rígida y sin pestañear. La ventana enorme, el mate tibio que no le cambio la yerba, el teléfono que no suena. Y yo, inerte, sentada encorvada. Mi espalda es un puente y no hay mucho más allá, pero me quedo mirando el límite que me pone la pared del edificio vecino. Me cuesta regresar a este mundo. Me niego, no quiero, hasta que comprendo que el tiempo pasa lo mismo en éste, y en mis otros mundos.
Comentarios