No es nada

Es curioso. Estuve enferma, aunque prefiero llamar a las cosas por su nombre y por qué no, ser más dramática. Porque ya que estuve enferma, voy a jactarme de la vulgaridad que me llevó al contagio y usarlo a mi favor. Ya me curé, entonces puedo hacerme la canchera y hablar de la enfermedad. Y no es común curarse. Entonces decía que la enfermedad (tiene más autoridad la palabra en sí: enfermedad, que la persona: eferma), dejó secuelas en mi organismo y tengo que cuidarme. A veces me olvido y me atacan unas ganas enormes de vomitar y viene el médico a domicilio y le cuento los síntomas del malestar actual, pero omito hablarle de la enfermedad. Ya me recuperé, pero lo mismo estoy tatuada y auto-vacunada. A veces me avergüenza y recuerdo esa etapa de análisis de sangre cada quince días, o de la pérdida de peso que tuve, o la angustia de no saber qué iba a pasar con mi piel.

Bueno, después sigo porque tengo que ir a sacar unos libros de unas cajas. Por fin. Tuve esos libros presos durante casi un año. ¡Que emoción! ¡Los libros tienen que respirar!

Comentarios