Esto sí es verdad (o casi)

estoy a punto de emborracharme y no me importa, porq pienso seguir bebiendo. hay una fiesta a la cual quisiera ir en caso de tener ánimo de fiesta, pero eso no sucede. no tengo ganas y chau. por suerte fui previsora y compré cigarrillos y hay más cerveza en la heladera. entonces pienso en la felicidad. la felicidad como un hecho aislado de mi estado de ánimo actual, porq ahora mismo no me siento feliz, por el contrario, está ese nudo insoportable en la garganta como si estuviera siempre a punto de llorar. por suerte no estoy hablando porque parezco boluda cuando intento hablar con el nudo ese famoso en la garganta. decía que la felicidad ultimamente está en todas partes. tengo mi amor correspondido, que no es lo mismo que correspondiente, tengo mi trabajo que me gusta y en un futuro archi cercano me gustará más, por primera vez en mi vida mi cabeza se vuelve materialista y me gusta. pero ojo, me gusta probar esta faceta que en mi vida siempre fue igual a cero. es decir, no por pensar en cosas o en dinero me pierdo de mí. eso sí estaría mal. entonces la felicidad es completa. tengo todo. salud, incluso. pero soy tan humana que me boicoteo esa felicidad y soy torpe. y las cosas pasan. me mando una cagada y tengo la posibilidad de resarcirla, sin embargo sigo en una burbuja de mierda y no resuelvo nada. eso me hace infeliz.


lleno el ambiente de humo. mi boca huele como un cenicero.

el ambiente no es el propio, o sea que es virgen de las cosas que hago, como bajar del emule temas de los redondos y sumo y fumar como un escuerzo. esta máquina es virgen del arte del buen comer y de banderitas y globos. tal vez es por eso que decido quedarme y no ir a la fiesta, para jugar como una nena, sin censura y llenando mis oidos de audición disminuida, de rock del viejo. en esta casa jamás hubieran sonado los redondos o me hubiera emborrachado de esta forma. recuerdo cuando era adolescente y mis papás se iban de la casa para subir el volúmen de la música. a ellos les molestaba la música fuerte. ahora pienso que tal vez ponía la música tan fuerte porque desde ese entonces no escuchaba bien. me lo confirmó la audiometría que me hice la semana pasada. ahora escucho peor y tengo los auriculares prohibidos. es decir, todo el uso que le daré al mp4 divino que tengo, es el de grabar entrevistas. no reniego de eso. a veces te acostumbrás. y lo comparo con la falta de olfato de mi viejo. él no huele nada, no siente los olores,ni siquiera los conoce, porque supone que se quedó sin olfato a los 12 años, cuando recibió un patadón mientras jugaba al fútbol en el club san martín de general villegas. sí, mi viejo compartió el pueblo con manuel puig. a él le encanta hablar de puig y de los trapitos al sol que sacó en boquitas pintadas. preguntale a la abuela, me dice, por la rabadilla o por este otro tuberculoso que olvidé el nombre y no pienso googlear. no jodan que esto no es una nota con datos y fuentes exactas.

ahora.
ahorita mismo la felicidad está volviendo. ya no estoy enojada con él (oh, develé que estaba enojada con él. y bue). creo que la borrachera es un hecho por eso se me fue el enojo y el amor vuelve. porque se fue mirándome de esa forma, aunque yo echaba espuma por la boca. la felicidad vuelve y lo comparo con la casa vacía de los viejos. la comparo con la libertad de la adolescencia. ¿estaré involucionando? se siente como la casa de mamá. pero ni siquiera. el recuerdo es muy lejano porque cuando mamá y papá vivían juntos yo apenas tenía 17, y a los 17 era lo más anti padres que pudiera existir. anti padres, anti colegio, anti sistema, anti orden, anti sociedad. ¿y qué es lo que me queda entonces? el espejo de una mujer que no es tan anti todo, que avala por primera vez en la vida, casi a los 30, el dinero que trae la independencia o el trabajo. me acuerdo de un chico con el que alguna vez me di unos besos, yo aún era virgen, tendría 15 o 16, y él era de la hinchada de chacarita. era el peor, por eso me gustaba. él era más anti todo que yo.

lo cierto es que nunca terminé de leer crimen y castigo. creo que fue esa cosa enroscante de siempre hablar y hablar, y pensar, que transmitía el personaje, que obviamente no recuerdo su nombre. y no estoy mas enojada. empiezo a sentirme la más loser, que se emborracha sola un sábado a las 11 de la noche.

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