Corso e recorso

Julius:
Me veo en la terrible necesidad de escribirte estas líneas. Ansío verte, en demasía, para mi gusto. Hoy a la mañana estuve con el Narigón. ¡Qué copado que ese pibe! No puede ser tan grata su compañía. Es como un amigo. Es alucinante que en un hombre puedas encontrar un amigo y un amante. Siempre son una cosa o la otra, y hasta a veces ninguna (en casos más nefastos, no son amigos y para colmo, son malos amantes).
Ayer fui a Buener sola a tomar una cerveza y Ale me quiso arrancar. Sí, Duende.
Julius, extráñote mucho. Necesito hablar con vos.
Fui de Leo a buscar mis libros y en un tiro no encontraba uno de los libros y se puso re furioso. Blasfemaba y escupía cual guanaco diciéndome que el destino de su bilis era mi cabeza (escupía en el piso, por supuesto, pero me los dedicaba con rebuscadas injurias). Una escena (y esta vez, realmente) dantesca. Yo dije, en cualquier momento me arrebata. Y cuando vi el libro, le dije con un hilo de voz: es ese. Y una vez en la puerta, por supuesto me hice la mala. Abrí paso a mi enojo y me fui, sin dejar de escuchar cómo de lejos me seguía injuriando y blasfemando. Fatídico día el de ayer. Y para colmo a la noche me llama cual si no pasara nada. Verdaderamente nefasto. Buen, Julus, no Julus, sino Julius, despídome con la esperanza de verte this night.


Analía
(injuriada).

Año 1999.

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