Ya pasó

Manu me dice que me enfermé el verano que ella estuvo en Punta del Este y yo me quedé sola en la casa. Ahí empecé a perder peso, a comer poco, a beber mucho. A beber como siempre. Coincidía esta época con la separación de mi novio y todo lo que yo hacía, creía que me liberaba. Salí mucho de noche, viajé mucho también, viví sola y comí poco. En esa casa, la anterior, me la pasaba bebiendo. Era infaltable mi cerveza a las 8 de la noche, antes de esa hora me parecía que no estaba bien comenzar. No estaba bien tomar de día. Cerveza y tabaco, parejos arriba del escritorio. Me la pasaba escribiendo borracha y sola. Al día siguiente amanecía a cualquier hora, en un desorden descomunal de mi cabeza y mi casa. Realmente vivía en un caos, encerrada en mi cuarto chorreante de alcohol y cenizas. Vivía melancólica, creyendo que nunca iría a superar la separación de mi novio. Por momentos creía que no lo extrañaba y me reía triunfal. Ya fue, decía yo, y metía siempre la misma excusa. Entonces descorchaba otra botella y el teclado bailaba. Así empecé a dejar de comer. La resaca me lo impedía. A fines de marzo llegó Manu de Punta del Este y la fui a buscar al Buquebús. Y como el barco se retrasó me tomé una cerveza en el bar mientras hablaba por teléfono y me reía. Ella estaba bien, por el contrario de lo que me pasó a mí, ella estuvo muy bien. Vivir tres meses en la playa la habían convertido en otra persona. Ella también estaba sola. Al menos así lo elegía y lo pasaba bien sin nadie a quien darle explicaciones y esas cosas. Vivimos juntas un mes más, empezamos un programa de radio a la mañana y nos divertíamos, pero las diferencias entre nosotras eran cada vez mayores. Yo seguía en la mía. Ella también tuvo algunos problemas, pero nos distanciamos.

Fue entonces cuando emigré de esa casa y empecé a ordenarme un poco. No había vuelto con mi novio, pero tener un nuevo espacio me renovó. Un nuevo barrio, otro olor en la calle, otra gente. Adoquines y flores. Entonces quise volver a empezar, lo mismo ya estaba enferma. Empecé a comer mejor porque me sentía débil, me hice análisis y me preocupé por mi salud. Dejé de beber y rechacé el tabaco. Logré curarme y estar bien. Pero son todos procesos y noches en las que se detenía el tiempo. Noches sola, con el teclado bailarín, cruzando al almacén a comprar otra cerveza, otro Marlboro. Despertarme sola y dolorida y el puto sol que siempre estaba detrás de la ventana.