Cafecito

Me tendrás que tocar, saborearme y olerme ya.
...
Yo tampoco sé si existes en realidad.

Para poder llegar, para llegar a tus oidos
Para poder llegar, para llegar hasta tus ojos
Para poder llegar, para llegar hasta tu boca
Para poder llegar, para llegar hasta tu olfato
Para poder llegar, para llegar hasta tu tacto

La única foma es hacer el viaje hasta donde estás tú.

Ayer fui a ver a Café Tacuba con mi amiga Ceso (quien me regaló la entrada para que compartamos ese momento, lo cual honró mucho a mi pequeña persona) y la verdad de la milanesa es que estuvo buenísimo, mucho más chido (jeje) que el sábado en el festival de muy mal gusto Pepsi. Y sí, bailamos mucho, cantamos. Yo no hice pogo porque el pogo siempre me asusta un poco, eso de la violencia no me gusta mucho porque yo soy algo frágil. Ceso fue a cubrir el concierto para el diario (después de perseguir y convencer a su jefe) y mientras yo la veía a ella tan feliz, que me hubiera gustado a mí cubrir su show, el de ella, fanática, adorando una banda que la hace imaginar. De vez en cuando la miraba (porque ella estaba más adelante que yo, claro) y disfrutaba mucho su momento.
Fue una catarata de bises, los mexicanos no se iban y la gente estaba prendida fuego, en el buen sentido, claro. El cantante se tiró del escenario, luego de incitar el pogo femenino, y se reía desde las manos que lo balanceaban. Hace rato me vengo dando cuenta cuan anestesiados estamos. En un momento el cantante de mil nombres arenga al público, y dice que no tengan miedo, que bailen, que hagan pogo que nadie los iba a ver. Maldito Cromañon.

Después nos volvimos en el 152 y hablamos y nos reimos de cosas de chicas, mujeres ya.

Y nada, eso.