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¿Qué puedo hacer ahora que me siento debajo de todo?
Recordar. Apelar a la memoria y transformarla mil veces como yo quiero para que al evocarla se vea bonita. O más o menos. Las cosas bonitas no terminan de gustarme. Detrás de eso exijo que se esconda un poco de violencia, algo de suciedad, un sabor rancio y una mirada neurótica. Es ley.
Entonces quiero recordar cuando yo era chiquita y estaba desfilando. Era una pasarela larga. Mamá me había puesto un bikini blanco con el borde rojo (yo le había pedido que tuviera los colores de River), y en un extremo del corpiñito, dos pececitos minúsculos, pero como con relieve. Eran lo mejor que tenía mi bikini. Al menos yo jugaba con los pececitos y los tocaba. De ese desfile lo único que recuerdo es a mi papá esperándome en la punta de la pasarela acariciándose el bigote y sonriendo. No sé si tenía una remera azul o yo quiero que sea azul. Ahora me gustaría volver a ser chiquita y que él vuelva a esperarme para alzarme a upa y llevarme a casa mientras yo le cuento algo y juego con su bigote.