Animal de costumbre

Es una costumbre caminar del lado de la calle. Mi mamá me había dicho alguna vez que así no me podrían encerrar contra la pared si me querían toquetear o robar. Hice lo de siempre esa noche después de cenar con mis amigos. No eran las 12 de la noche. Mi cabeza se debatía entre otra cerveza más en la soledad de mi casa o sólo acostarme hasta mañana. Caminé esas tres cuadras sola del lado del cordón y veía acercarse a un grandote. “Hola mi amor”, o algo así balbuceó y se me tiró encima. Por suerte yo estaba fumando, así que mi mano derecha le llegó a su cara y con ella la brasa del cigarro. El pibe se calentó y no sé qué puteó. No apuré el paso porque mis pulsos ya habían llegado a casa.